Page 15 - I estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las Marianas y la cultura chamorra
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CHamoru adoptó nuevas palabras, como tamales, kolat (corral), lancho (rancho), aladu (arado), que pasaron a formar parte del léxico cotidiano. Comían friholes, chu- kulate, ma’es y preparaban atolen ilotes (sopa de maíz), palabras que proceden del centro de México. También incorporaron la liturgia católica a su rutina, pues el cato- licismo se había convertido en la religión oficial.
Sin embargo, incluso tras experimentar estos enor- mes cambios, siguieron viéndose diferentes y únicos. Se mezclaban con los foráneos, pero no fueron absorbidos por ellos. Los CHamoru siguieron hablando su propia lengua incluso aunque fueran adoptando nuevos vo- cablos. Siguieron hablando con los espíritus de la selva aunque fueran a misa, mascando nuez de betel aunque la mezclaran con tabaco. Siguieron siendo quienes eran: supervivientes en busca de un nuevo modo de vida.
Durante el siglo siguiente, la influencia filipina fue creciendo debido a que las Marianas eran gobernadas como una provincia de las Filipinas. La independencia de México puso fin al Galeón de Manila, y España como «madre patria» empezó a antojarse todavía más lejana. El matrimonio con filipinos o con quienes recalaran en las orillas de Guahan durante el siglo xix dio pie a lo que parecía un nuevo grupo de población. No eran colonos, pero quizás tampoco tenían un aspecto tan similar a los indígenas o nativos como cabría esperar. La caza de balle- nas y los balleneros trajeron consigo nuevas caras y expe- riencias. Además, los balleneros CHamoru abandonaban la isla y volvían con nuevas ideas religiosas y culturales.
También fue en este siglo cuando los CHamoru em- pezaron a ser llamados así. Antes, eran indios, nativos e incluso marianos, ya que eran de las islas Marianas. La palabra CHamoru se utilizaba para designarlos oca- sionalmente, pero no con frecuencia. En un censo, se pidió a los censados que identificaran sus orígenes. Cuando resultó evidente que existían ventajas fiscales por ser nativo y solo ventajas sociales por ser mestizo, una amplísima mayoría optó por incluirse en la deno- minación CHamoru. Las castas solo existían de manera superficial en Guahan y las Marianas.
Esta categoría censal llevaba una designación que no procedía de la tierra que ocupaban. El nombre de CHamoru era sin duda único y parecía aunar lo antiguo y lo nuevo. Esta identidad tenía un fin social e incluso demostró tener potencial político. Los gobernadores españoles se lamentaban de que la gente estuviese «chamorrizándose» cada vez más, y no lo decían como un cumplido ni para indicar que eran más indígenas, sino para manifestar que el pueblo se identificaba cada vez menos con España y más con otra cosa.
A finales del siglo xix, los CHamoru tenían bastante claro quiénes eran: hablaban CHamoru y comían comi- da CHamoru, una mezcla de tortillas de maíz, picante, tubérculos tradicionales y algo de arroz. Cuando les preguntaban por qué se comportaban de determinada manera, respondían que era kustumbren CHamoru («costumbre CHamoru»). Iban a misa, respetaban a sus mayores, compartían sus recursos con la comunidad y, claramente, no eran españoles, ni filipinos ni mexica- nos. CHamoru era un término que conectaba con el pasado lejano y, al mismo tiempo, implicaba la creación de una nueva nación. Era una nacionalidad en ciernes.
Con la llegada de los estadounidenses en 1898, las viejas costumbres fueron objeto de crítica por su re- lación con la forma de vida y la cultura españolas. No hubo un reconocimiento real del pueblo CHamoru como poseedor de un pasado ancestral, incluso aun- que hablaran un idioma propio, abundasen las creen- cias sobre espíritus y las costumbres sociales estuvie- sen organizadas en torno a grupos de familias. De hecho, los estadounidenses insistían en describir a los CHamoru como una especie de raza mestiza. Los esta- dounidenses solían considerar la filiación mixta como la destrucción de la esencia de un pueblo, de modo que la mezcla racial se consideraba una degradación de los pueblos nativos, antaño orgullosos de su identidad, en lugar de una muestra de progreso social.
Irónicamente, la forma de organizar las castas ra- ciales de los españoles era distinta a la de los estado- unidenses. Ambas bebían de un racismo implícito ba- sado en la superioridad de los caucásicos, pero, bajo el dominio español, ser mestizo confería relevancia social y era una señal de progreso social, mientras que los estadounidenses pensaban lo contrario. Para ellos, el mestizaje se aplicaba especialmente a las mez- clas de pueblos nativos con caucásicos. Los mestizos resultantes eran, al mismo tiempo, menos nativos y menos caucásicos y, por tanto, la mezcla resultaba degradante.
Este tipo de mentalidad racista y las actitudes racia- les de los estadounidenses de comienzos del siglo xx se asentaron en Guahan. Ahora, se veía a los CHamoru como una especie de pueblo mestizo que se autodeno- minaba CHamoru sin serlo en realidad. Los verdaderos CHamoru habían muerto en el siglo xvii, y lo que que- daba era una «masa humana desganada, sin ambición y sin organización, movida únicamente por la esperanza de la supervivencia individual». Esta increíble declara- ción forma parte de un informe de conclusiones emi- tido por los oficiales de la Marina cuando pasaban el
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I ManCHamoru Pa’go – El pueblo CHamoru hoy
























































































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