Page 41 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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Granatiense al Robenhausiense (por la Cueva de la Mujer, en Granada).
Se trata también estos años de un momento en el que comienzan a aparecer una serie de revistas tanto de divulgación, La Ilustración Española y Americana (1870), como científicas, como son la Revista de Bellas Artes, histórico-arqueológica (1867-68), el Boletín de la Real Academia de la Historia (1871), la Revista de Archi- vos, Bibliotecas y Museos (1871) y, en especial, el Museo Español de Antigüedades (1871).
Hasta ese momento, los estudios sobre arqueolo- gía se publicaban como memorias o informes, destina- dos a las Reales Academias y enfocados hacia un res- tringido grupo de intelectuales, todos ellos pertenecientes a un mismo círculo cultural. La inclu- sión de ilustraciones y el propio tipo de la publicación responden a una voluntad de captación de un nuevo y numeroso público, en este caso burgués, que hasta en- tonces había estado excluido de las capas intelectuales, y que estaban demandando su espacio dentro de la Na- ción.
El Museo Español de Antigüedades, considerada como la primera revista española de arqueología, fue una publicación periódica de carácter monumental en la línea de las grandes publicaciones europeas del xix, que entre los años 1872 y 1880 dirigió Juan de Dios de la Rada y Delgado El objetivo de la revista, según consta en su primer número era «publicar las monografías de los principales objetos de los museos Arqueológico Na- cional, de pintura y escultura provinciales, los que exis- ten en las Academia de la Historia y de San Fernando y otros muchos notables, de propiedad particular», si bien es cierto que el hecho de que la dirección estuviese ejercida por Rada y Delgado, jefe de la Sección Primera del Museo Arqueológico Nacional hizo que los estudios sobre los objetos de esta institución tuvieran un gran peso.
Otro de los puntos importantes de la revista radi- caba en la profesionalidad de sus autores, pertenecien- tes en gran número al Cuerpo Facultativo de Archive- ros, Bibliotecarios y Anticuarios, y, por lo tanto, eran auténticos especialistas en las materias sobre las que trataban. De ahí, que en sus páginas escriban gentes como Tubino, Vilanova, Fernández-Guerra, Madrazo, Demetrio de los Ríos, Fita, Rada, Assas, José Amador de los Ríos, Villa-amil, Savirón, Fernández y González, Saavedra o Janer, entre otros
Por último, hacer constar que se pretende crear una cierta estructura descentralizada para la protec- ción del Patrimonio Histórico y Arqueológico, cuando en 1873 la Real Academia de Bellas Artes de San Fer- nando reconoció la figura del Corresponsal de la Comi- sión Provincial de Monumentos en los pueblos que se establecían en las cabezas de partido judicial, eligién- dose para ello a una serie de personas ilustradas.
La Restauración Borbónica ( 1874-1900 )
Con el reinado de Alfonso XII se inicia una nueva etapa histórica en nuestro país, que también influirá en la ar- queología del momento, en parte por la presencia de Antonio Cánovas del Castillo al frente de la Real Aca- demia de la Historia, que veló por el funcionamiento de las Comisiones de Monumentos, hasta entonces muy irregular, debido al escaso apoyo tanto de las autorida- des provinciales como municipales.
Uno de los problemas con los que tenían que en- frentarse las Comisiones fue la ausencia de un plan nacional de excavaciones, cuyo estudio había queda- do en suspenso tras la Revolución de septiembre de 1868. Será la Comisión Provincial de Monumentos, gracias a su vicepresidente Demetrio de los Ríos, la que retome de nuevo la iniciativa, encargándose de redactar una ley de Monumentos, entre 1874 y 1876, que rápidamente contó con el apoyo de las Comisio- nes de Badajoz, Lugo, Oviedo, Zaragoza y Barcelona ( Lara 2007 :87 ). En mayo de 1876 se remitió a las Rea- les Academias un borrador de trabajo, y estas estable- cieron un Comisión Mixta para analizar la viabilidad del proyecto, que no tuvo resultado visibles (Maier y Salas 2000 : 357 ).
Es también el momento en el que surge el intento de creación, al igual que en Mérida y en Puente Genil, de Subcomisiones de Monumentos en distintos pun- tos, como es el caso de Jerez de la Frontera (1876), pero que no llegaron a buen puerto. Incluso las propias Co- misiones de Monumentos llegaron a sufragar con par- te de sus fondos excavaciones arqueológicas, como el caso concreto de la de Burgos, que llegó a ofrecer 2000 pesetas en febrero de 1880 para la realización de traba- jos en el yacimiento de Clunia.
Pero la realidad era bien distinta, como lo de- muestra el texto enviado por Demetrio de los Ríos en mayo de 1876 a la Real Academia de la Historia, denun- ciando el continuo expolio al que venían sometiendo las ruinas de Itálica8, en especial tras los trabajos efec- tuados en el yacimiento entre 1872 y 1874, que habían exhumado mosaicos de la denominada Casa de Hylas, y que sirvió para el conocimiento del urbanismo y de las viviendas romanas (Luzón 1999: 95-103).
Buena muestra de esta falta de control sobre el pa- trimonio arqueológico, lo encontramos en la Comisión Científica llevada a cabo en 1875 y 1876 por Juan de Dios de la Rada y Delgado en Osuna (Sevilla), donde contó con el apoyo de Francisco Mateos-Gago, miembro de la Comisión de Monumentos de Sevilla (Salas 2002: 67- 70). En el yacimiento había aparecido en 1870 una serie de tablas de bronce que habían sido adquiridas por el académico sevillano Francisco Caballero-Infante y Zuazo, y donde pudieron ser admiradas por los princi- pales eruditos del momento.
La etapa pionera de la arqueología española ( 1867-1912 )
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