Page 70 - Fernando Sinaga. Ideas K
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3. Fernando Sinaga, «La inconsistencia de lo visible», entrevista con Fernando Castro, op. cit., p. 122.
4. Fernando Sinaga, «Ûzuluz», op. cit., p. 56.
certeras y poéticas como las dadas por el propio Sinaga acerca de su quehacer: «No conozco el sentido de todo lo que hago ni de todo lo que produzco como artista, tan solo sé que saco agua del pozo todos los días y que esa actividad es algo difícil y arriesgada».3 O en otro lugar escribe sobre la disposición mental, completamente alejado del trabajo alienado del trabajo por un salario, que rodea el momento de la creación: «Un estado contradictorio en permanente percepción confusa y oscura de lo real, a la vez que quizás algo superior al entendimiento mismo. Son este tipo de consideraciones, las que me han hecho ver el arte como una forma de saber y es esta condición la que, a mi parecer, le otorga
su carácter revelador, haciéndolo a su vez influyente en la conciencia reflexiva del presente. El arte no existe ya por sí mismo, ni está para sí mismo, sino que pertenece a aquello cuya imagen es».4 Sinaga hace de la experiencia artística un espacio donde identidad y no-identidad, lo cognitivo y lo perceptivo se retroalimentan hasta tal punto que no puedes escoger entre un modo u otro, sino que tienes que agarrar los dos a la vez y de un mismo golpe. Entonces, en su obra parece cumplirse aquella ley tan afín a Theodor W. Adorno (en su querencia por las formas dotadas de hermetismo y difíciles a primera vista), esto es, cuanto más profundo penetra la mirada en la materia, y más resistencia ofrece la obra a la interpretación, más grande es el usufructo que se obtiene y menor es la oposición de la obra a ser interpretada. Para ello no hace falta evacuar
la opacidad, o la amable dureza del arte, que aún estando rodeada de misterio no renuncia a su sensualidad.
El reduccionismo al que he apuntado sale de una conciencia moderna
que no deriva de ninguna teología profana ni especie de religión aún conte- niendo trazas de metafísica (Beuys de nuevo); hundiendo sus raíces en el materialismo de la materia física, el arte escapa a la religión. Sin embargo, el sentido espiritual del arte es claramente un rasgo del modernismo estético, esto es, el sentimiento de que lo estético sólo puede realizarse
y encarnarse plenamente allí donde hay algo más que lo meramente estético. Que este «algo más» de lo puramente estético se encarnara en la ausencia como desencadenante de la forma moderna, o en la cancelación de la narración, no deja de ser una de las antinomias de la modernidad; el vacío, el cero o el espacio blanco típicos de la estética moderna son única- mente tropos que dan forma a este sentido de la ausencia. Pero incluso la tensión entre lo transcendente y lo inmanente ofrece una tercera posibili- dad que surge de la forma del pensamiento mismo; la dialéctica. Sinaga recurre una y otra vez a la disolución como metáfora de la desaparición
y de la transfiguración de la materia, y no necesita corear que «todo lo
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