Page 244 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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9 Analicé el desarrollo de este proyecto en “Fernando de los Ríos y las rela- ciones exteriores de la República”, en Sistema, Madrid, 152-153, noviem- bre de 1999, pp. 225-239. La inicia- tiva española en AMAE-R860/72, confidencial, 4 de marzo de 1932. Carta de Zulueta a Azaña desde Gi- nebra en la que informa de su entre- vista, el día anterior, con el presiden- te del Consejo francés, M. Tardieu.
10 Azaña, Manuel, Obras completas, edición de Santos Juliá, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, vol. 3, ano- tación de 8 de septiembre de 1932, p. 1085.
habitual aquiescencia a las tesis franco-británicas que había mantenido en etapas anteriores, y el representante español se había ganado cierto prestigio en las asambleas ginebrinas, destacándose especialmente en de- fensa del Pacto a propósito del conflicto de Manchuria que había enfren- tado a China y Japón. Pero los debates sobre el desarme estaban en pun- to muerto y la situación en Alemania ya se preveía amenazante. Tampoco habían prosperado sus intentos de acercarse a Italia. España, en cambio, se había ganado a pulso un cierto papel de liderazgo entre las pequeñas potencias neutrales en Ginebra, tenía una situación geoestratégica impo- sible de obviar en el Mediterráneo occidental y, si la situación internacio- nal se complicaba, no estaba de más tantear un posible acercamiento, máxime cuando los dirigentes de la nueva República, y singularmente Azaña, no habían disimulado su especial admiración hacia la vecina re- pública.
La coyuntura, además, era propicia para asestar, ya en clave exclusivamente ginebrina y desde la perspectiva francesa, cuando menos, un golpe psicoló- gico a sus rivales centroeuropeos. A comienzos de 1932, con el gabinete Tardieu en Francia y Luis de Zulueta al frente del Ministerio de Estado en España, se había barajado la idea de un Locarno mediterráneo, es decir, de un acuerdo pacífico entre todas las potencias interesadas en el manteni- miento del statu quo en el Mediterráneo occidental9. El acuerdo incluía a Francia, a Gran Bretaña, a España y también a Italia. La victoria del cartel de izquierdas en las elecciones francesas colocó a Herriot al frente del Eje- cutivo, que no cambió esencialmente de perspectiva, aunque sí cambió la de Mussolini, que no se mostró especialmente proclive a secundarla. En este contexto, no es extraño que Francia tantease, cuando menos, un mayor acercamiento a España, tanto en el Mediterráneo como en Ginebra, lo que no incluía en ningún caso una alianza militar, según se deduce de la docu- mentación diplomática conservada.
Azaña, sin embargo, no se llamó a engaño: si España tenía firmado ya un pacto colectivo, el de la Sociedad de Naciones, no había por qué asumir más compromisos específicos. Tampoco se le escapa lo relativo al interés nacional:
Respecto del Mediterráneo, quizás [Francia] pida más, en relación con el transporte de tropas desde África. Nuestra situación en Baleares es mala, porque las obras de defensa van despacio y aún falta mucho para fortificar bien Mahón, y lo de Mallorca está por empezar. Todo ello cuesta enormes sumas, y no las hay. En tal situación, cualquier cosa que hagamos en favor de uno, determinará la agresión, por hoy inconcebi- ble, del otro. Toda prudencia, pues, será poca10.
El otro, evidentemente, era Italia. La posición de Italia, al margen de su régimen político, no se podía desestimar de cara a los intereses geoestraté- gicos de España en el Mediterráneo occidental. Consciente de las limita-
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