Page 259 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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el tema que aquí se analiza es la interpretación que Azaña hizo de ese reconocimiento como instrumento de transformación no ya de las rela- ciones de un Estado con parte de su territorio, sino de la propia interpre- tación de la historia de España; interpretación que finalizó con el encen- dido discurso ante las Cortes el 27 de marzo de 1932, en el que, de una forma sumaria, Azaña hizo suya la exégesis de la historia de España como una sucesión cuasi ininterrumpida de fracasos. La responsabilidad de los gobernantes y de toda la clase política, de toda la generación de ciuda- danos republicanos, era transformar esa frustración derrotista en instru- mento de desarrollo nacional. Y para ese cambio trascendente, el recono- cimiento de la singularidad catalana era un instrumento no solo históricamente justo, sino políticamente providencial18.
Un segundo elemento singular donde Azaña plasmó su actuación de cons- trucción nacional fue su labor al frente del Ministerio de Guerra, afrontan- do una reforma militar que convirtiera las fuerzas armadas en el “brazo armado del Estado, no la columna vertebral de la nación”, según sus pro- pias palabras. Más allá de los aspectos técnicos de modernización de capa- cidades y reducción de la sobredimensionada oficialidad, esa reforma pre- tendía trasladar a España el efecto que la construcción del ejército nacional tuvo en Francia a lo largo del siglo xix, que el propio Azaña había analiza- do en Estudios de política francesa contemporánea. La política militar19. El modelo de ejército como nación en armas, en donde la institución actuali- za con un grado de gravedad inigualable el contrato social en el que se fundamenta toda sociedad moderna y por el cual los ciudadanos aceptan alienar una parte de su libertad en pro de la colectividad. Ese modelo de defensa era absolutamente incompatible con el heredado; no solo por su obsolescencia técnica, sino en especial por la propia concepción de su na- turaleza, función y dirección20. Acabó siendo una triste paradoja que aque- llos oficiales que tanto se opusieron a la reforma y acabaron alzándose con- tra la república que la motivó utilizaran el apelativo “nacional” para su sublevación.
Conseguida la aprobación y la entrada en vigor del Estatut, el posiciona- miento de Azaña sobre el hecho nacional emprendió un cambio hacia pos- turas más identitarias, crecientemente antagónicas en las formas a las ocu- padas en las décadas anteriores; proceso que se acentuó tras su salida del Gobierno en septiembre de 1933 y, sobre todo, a lo largo de 1934. Aún en septiembre de 1932 Azaña afirmaba que: “La República es la expresión jurídica de mi patria y España es el nombre histórico de la República. Cuando yo hablo de República, hablo de España”; y unos meses después, ante sus correligionarios de Acción Republicana, pedía no tener que discul- parse “si con tanta frecuencia tomo en la boca la nación y lo nacional. Hablo de nación y de nacional, porque estoy hablando de política. [...] Estamos sumergidos en lo español, determinados por lo español en la na- ción, en la entidad pública que llamamos nación española”. En enero de
18 Fusi, Juan Pablo, “Dos ideas de Es- paña. Ortega y Azaña”, Hermes. Re- vista de Pensamiento e Historia, núm. 14, 2004, pp. 26-31; Ríos Sierra, Jerónimo, “Azaña, Ortega y la idea de nación española durante la Se- gunda República”, Revista Historia Autónoma, núm. 9, 2016, pp. 105- 125.
19 Azaña, Manuel, Estudios de política francesa contemporánea. La política militar, Madrid, Editorial Saturnino Calleja, 1919.
20 Alpert, Michael, La reforma militar de Azaña, Granada, Comares, 2008.
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