Page 264 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
P. 264

Nuevo Mundo
Reportaje de la visita de Azaña
a Barcelona y al Santuario de Montserrat en septiembre de 1932. Texto de Francisco Madrid
y fotografías de Torrents
Madrid, 30 de septiembre de 1932 Biblioteca Nacional de España. ZR/594
MANUEL AZAÑA DÍAZ, CASTELLANO DE ALCALÁ DE HENARES, dice de sí mismo que “con un cuarterón de sangre vascongada (la raíz en Elgoibar) y con un entronque en Arenys de Mar –su abuela paterna, Cata- lina Catarineu, era catalana–, soy español como el que más lo sea; pudiera haber sido patagón o samoyedo, pero, en fin, soy español, que no me pare- ce, ni en mal ni en bien, cosa del otro mundo”. Pero no era un español del montón, sino un intelectual distinguido con proyección literaria y una fuerte vocación política. Lector constante, buen conocedor de Francia –pu- blicó unos Estudios de política militar francesa– y traductor del inglés –La Biblia en España de George Borrow–, al proclamarse la Segunda República se convirtió en su principal protagonista, primero, como ministro de la Guerra y, más tarde, como presidente del Gobierno, para acabar como el jefe del Estado que presenció la derrota de la República. En buena medida, la Segunda República es Manuel Azaña. No resulta extraño, por tanto, que Azaña protagonizara uno de los episodios más trascendentes de la etapa republicana: el otorgamiento de autonomía política a Cataluña. Pero, pre- cisamente por ello, la posición de Azaña ante el problema catalán es com- pleja. Tanto, que en ella se pueden distinguir dos tiempos. El primero, en el que alcanzó unos niveles de comprensión, visión larga y resolución vale- rosa muy por encima de lo que es habitual en los políticos españoles; y un segundo momento, en el que el desencanto y la frustración desencadenaron una crítica tan amarga como descarnada.
En su primer tiempo, el problema catalán es para Azaña un problema po- lítico y, por tanto, resoluble; no –como afirmaba Ortega y Gasset– “un problema insoluble que España solo puede aspirar a conllevar”. En conse- cuencia, Azaña sostiene que:
AZAÑA Y CATALUÑA
Juan-José López Burniol
263

























































































   262   263   264   265   266