Page 379 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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política, nos permite sugerir siquiera someramente el desmentido de varias de ellas. Para sorpresa de algunos y para decepción de otros, sí. Pero, en todo caso, para ofrecer un juicio más matizado sobre su figura. Desde su presunta misoginia hasta su supuesta equidistancia política, pasando por una furibunda enemiga con todo lo que tuviera que ver con el clero y la religión, o un proverbial odio a lo militar y los militares; todos estos son rasgos que, adjudicados como señas de identidad personal sin encomienda a prueba alguna, componen un friso cuyo dibujo se compadece mal con el sentir y el pensar de Azaña.
Más allá de las actitudes propias de lo que pueda considerarse habitual en los varones de su tiempo –de las que no dejó rastro especial–, sobre todo respecto a mujeres que cumplían un papel social destacado, más propicias por tanto a suponer una amenaza para la hegemonía de aquellos1, cuando se afirma su supuesta misoginia, se ignora algo esencial para calibrar, justa- mente entonces, la mentalidad masculina: mostrarse o no a favor del sufra- gio femenino. Azaña era, de antiguo, partidario de su reconocimiento. En el artículo “Doña Fulana de Tal ¡Vota!”, publicado en la revista España, el 22 de marzo de 1924, ya se mostró partidario de la generalización del su- fragio femenino que la dictadura reconoció para las mujeres no casadas ni dependientes en las elecciones municipales. Allí escribió: “Aunque del su- fragio universal femenino hubiera de resultar un refuerzo del conservadu- rismo, no sería eso motivo racional para rehusarles su derecho”. Lo era por eso sin cálculo táctico, reconociendo tal derecho como principio inexcusa- ble de una moderna democracia, más allá de cuáles pudieran ser sus inme- diatas consecuencias electorales.
De este modo, en su famoso diario, en la entrada correspondiente al 1 de octubre de 1931, se lee: “La Campoamor es radical, pero todo su partido, y el Radical-Socialista, se oponen a que las mujeres tengan voto. En cambio los socialistas quieren que lo tengan. Yo creo que tiene razón la Campoamor y que es una atrocidad negar el voto a las mujeres por la sospecha de que no votarían a favor de la República”. Es curioso cómo algunos esfuerzos recientes por presentarlo como misógino ocultan la circunstancia de este apoyo indubitado, que en aquel momento era crucial; o incluso se desprecia, como algo sin importancia que no altera en nada su aversión a las mujeres2.
Años después, en La velada en Benicarló, Azaña trasluce su posición sobre las razones y consecuencias del sufragio femenino, aunque, como es común a lo largo del texto, también sobre este asunto ponga de manifiesto las distintas posiciones que existían en las diversas tendencias republicanas. Así, el personaje de Garcés, trasunto del propio Azaña, considera que la natu- raleza y expresión de la presencia femenina en la esfera política no ha sido sino reflejo de la actitud de la masa. Como ella, se vio manejada por el miedo a la revolución social y al laicismo, que supieron hábilmente inculcar
1 “Como otras españolas de su tiem- po, las protagonistas de la vida polí- tica y cultural republicana compar- tieron ideas y acciones con hombres. En ellos encontraron una amplia gama de reacciones que abarcan desde el rechazo indignado hasta el apoyo admirativo, pasando por la tolerancia más o menos resigna- da”. En Páez-Camino Arias, Feli- ciano, Mujer y política en la Segunda República Española. Perfil y actividad de las diputadas, Málaga, Universi- dad de Málaga, 2017, p. 152.
2 Un ejemplo en Varela, Nuria, Femi- nismo para principiantes, Barcelona, Ediciones B, 2017. En el capítulo V, “Feminismo en España”, se reprodu- ce un fragmento del diario de Azaña –al que, por cierto, atribuye anacró- nicamente la condición de “presi- dente de la República”– correspon- diente al 5 de enero de 1932 sobre Margarita Nelken, y, sin advertirlo al lector, se añade una frase de la entra- da del 1 de octubre de 1931, pero no se reproduce el comentario que hace a continuación Azaña mostran- do su posición en defensa del voto fe- menino (p. 147). Así se mantiene en la edición ilustrada de 2018, p. 201.
378 josé miguel sebastián carrero y juan carlos talavera lapeña




























































































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