Page 81 - Perú indígena y virreinal
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 escultura,
retablos e imaginería en el virreinato
  Luis Eduardo Wuffarden
En su Nueva crónica y buen gobierno, escrita a comienzos del siglo XVII, Felipe Guamán Poma de Ayala reco- mendaba el cultivo de las artes entre los indígenas por su manifiesta utilidad para la buena marcha del virrei- nato. No encontró mejor ejemplo que la escultura, y allí mismo dibujó a dos artífices nativos policromando un Cristo crucificado. Con ello demostraba no sólo la pertinencia de estos oficios, sino la importancia crucial que las imágenes de culto iban adquiriendo en la cristianización del Perú. En apoyo de esta idea, aseguraba el cro- nista que «viendo las santas hechuras nos acordamos del servicio de Dios». Y por tanto, era un privilegio que los cristianos del Nuevo Mundo se concertaran «para la hechura y semejanza de Dios». Tras varias generacio- nes de trabajo artístico incesante, las representaciones escultóricas de Cristo, la Virgen y los santos presidían por entonces todas las iglesias del país y habían arraigado con gran fuerza en el imaginario andino.
Es reveladora la mención simultánea que hace Guamán Poma de los oficios de entallador, pintor, escul- tor y bordador. Sus palabras confirman que, lejos de ser un género aislado, la escultura dependía de una com- pleja mixtura de oficios complementarios. Sin duda, la lenta adaptación de esas viejas ocupaciones artesanales a las necesidades del medio, constituye un capítulo crucial en la historia del arte americano. La omnipresencia de la escultura se pondría de manifiesto en las diversas funciones que cumplió a lo largo del virreinato, adscri- ta a retablos, sillerías y portadas, incorporada a estructuras efímeras, o venerada en forma de imágenes proce- sionales y devociones privadas.
ORÍGENES
Debido a su capitalidad y a las estrechas relaciones comerciales que mantenía con Sevilla, Lima concentró enví- os escultóricos de importancia desde su fundación. Tanto las grandes órdenes regulares como la primitiva igle- sia mayor contaron con efigies marianas de excepcional factura que, en poco tiempo, gozaron de una devoción extendida. Algunas de ellas —pese a terremotos, transformaciones urbanas y cambios de gusto— han llegado hasta nuestros días gracias a la continuidad de su culto. De ahí que hayan sido consideradas por la tradición, sin mayor fundamento, como obsequios del emperador Carlos V.
  Fig. 1 Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno,
ca. 1615, Dinamarca, The Royal Library (lám. 673 «Los artificios del pintor»)
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