Page 167 - Revista de Occidente o la modenidad española
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                                porque «si Ortega lo hubiera leído, habría reconoci- do su valor», pero si era aceptado se debía, exclusi- vamente, al juicio de Ortega sin intervención mía.
De Federico García Lorca a Xavier Zubiri, de Jorge Luis Borges a José Antonio Maravall, de María Zambrano a Jorge Guillén, de José Gaos a Rafael Alberti, de Julián Marías a Pedro Salinas, de Gerardo Diego a Victoria Ocampo, de Antonio Marichalar a Manuel Altolaguirre, de Francisco Ayala a Guillermo de Torre, de Benjamín Jarnés a Oliverio Girondo, de Maruja Mallo a Corpus Barga, la lista de españo-
les e iberoamericanos es memorable, porque a ellos había que sumar todas las firmas extranjeras que ilustraron sus páginas como una ventana abier-
ta al destino: Virginia Woolf, James Joyce, Franz Kafka, Bertrand Russell, Scheler, Simmel, Jung, Freud, Einstein, Heisenberg, Spengler, Schrödinger, Curtius, Huizinga... Invitado Ortega por Ernesto Giménez Caballero a escribir en el frontispicio del primer número de La Gaceta Literaria, el 1 de enero de 1927, las palabras con las que se cierra tan vigo- rosa presentación no dejan lugar a ninguna duda:
Si Madrid, Barcelona, Lisboa, Buenos Aires llegan, en efecto, a sentirse barrios de una gigante urbe de las letras, neutralizarán mutuamente sus provin- cialidades íntimas y vivirán y trabajarán con radio ecuménico. Esto es lo único que merece la pena.
Basta repasar la nómina de creaciones culturales de Ortega durante estos años de la Edad de Plata es- pañola —e incluso después, durante el penoso y tan mal tratado historiográficamente exilio— para trazar concienzudamente el mapa de esa convicción que
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