Page 361 - El rostro de las letras
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 1936), un hombre de frágil presencia, que vivió una bohemia obsti- nada a la sombra de su suegro, un militar de malas pulgas. Tenía su casa en la calle madrileña del Divino Pastor, a la que llegaba en la alta noche escoltado por una tropilla de letraheridos de filiación modernis- ta, que vivían la literatura como una insurgencia contra la rutina lírica que abanderaba Rubén Darío. Las fotografías nos muestran su mirada oblicua de corto de vista, elegante a su modo y sus lacios cabellos derrumbados sobre la oreja izquierda. Quizás la imagen que mejor
le define es una que realizó Videa en las vísperas republicanas, en la que el poeta posa leyendo en la cama, con una languidez de persona aquejada, a la vez, de envanecimiento y poquedad.
Todo lo contrario era Eduardo Zamacois (Pinar del Río, 1873-Buenos Aires, 1971), un hombre que supo seducir a las cámaras, cautivadas por sus formas galantes y sus aires de persona que sabía gozar de la vida, tanto en los momentos de éxito como de fracaso. Los que le conocieron le recuerdan como hombre refinado, de una alegría fresca y contagiosa,
VIDEA. Francisco Villaespesa leyendo en la cama, hacia 1930 (MEDC, AGA, Fondo MCSE)






























































































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