Como director del Instituto de Cultura Gitana, me gustaría felicitar a todas las personas que han hecho posible Vidas Gitanas, una exposición largamente gestada cuyo nacimiento al inicio de la primavera envía señales de un largo recorrido en diferentes ciudades y países. En marzo de 1812, hace doscientos años, en virtud de la primera Constitución Española moderna, los gitanos comenzaron a ser reconocidos como miembros de la nación española. Muchas tempestades hubo antes y muchas tempestades ha habido después, pero el atraque a puerto se produjo en 1812 coincidiendo con un tiempo de España discretamente constitucional. En Vidas Gitanas se explica esto y muchas cosas más desde una perspectiva acompasada, esperanzada y brillante. Cuando hace algunos años componíamos el Instituto de Cultura Gitana lo hacíamos repitiendo que «España también es gitana», que la diversidad cultural española incluye también al Pueblo Gitano. Y siempre pensamos que era necesario para simbolizar este hilo conductor la realización de una exposición en la que el visitante pudiese viajar en el tiempo, impregnarse de perfumes de Cachemira, montar a lomos de caballos romaníes veloces como el viento, dibujar el hierro con golpes mágicos, disfrutar de la frescura de los ríos del arte gitano, compartiendo sentimientos y símbolos que han aportado gitaneidad a la España que hoy conocemos. Una exposición cultural que aprehendiera el perfil gitano de Sorolla, de Falla, de García Lorca, de Joselito el Gallo, de Carmen Amaya, de Camarón… Y creo, sinceramente, que el trabajo ha merecido la pena. Vidas Gitanas es un tiempo de reflexión para abordar el nuevo cruce de caminos.

Desde un punto de vista cultural los gitanos hemos despertado, hemos abierto los ojos adquiriendo conciencia de nosotros mismos a lo largo del pasado siglo XX. Fueron muchas las iniciativas asociativas en defensa de reivindicaciones y derechos desde diferentes perspectivas que abarcaron desde la religión hasta el flamenco, pasando por la mejora de las condiciones de la venta ambulante, los servicios sociales, el feminismo o la política. De algún modo, el siglo XXI es un nuevo paso en nuestro secular Lungo Drom (largo camino). Es el paso del Despertar al Levantarse. El siglo XXI es el tiempo del punto y final en la invisibilidad y el desconocimiento para iniciar una etapa de explicación sin complejos sobre lo que nos ha pasado. Sobre lo que nos ha pasado a todos, a gitanos y payos, sin reproches mutuos, sin apriorismos, sin radicalismos. No nos arrepintamos de la historia, expliquémosla juntos. Solo de este modo generaremos las emociones y complicidades necesarias para que el Pueblo Gitano ocupe el lugar que todos deseamos.

Abrir el corazón es mucho más que abrir las puertas de una exposición, pero ambas aperturas tienen en común que son muchas las fibras que laten y sobre todo, que nuestros ojos las ven latir. Ambas aperturas son un viaje desde la piel al ser. Tras el viaje, nada será lo mismo porque el visitante entenderá que todos, gitanos y payos, hemos compartido el mismo corazón. Ese es el único secreto y el más grande.

Diego Fernández Jiménez
Director del Instituto de Cultura Gitana

Como director del Instituto de Cultura Gitana, me gustaría felicitar a todas las personas que han hecho posible Vidas Gitanas, una exposición largamente gestada cuyo nacimiento al inicio de la primavera envía señales de un largo recorrido en diferentes ciudades y países. En marzo de 1812, hace doscientos años, en virtud de la primera Constitución Española moderna, los gitanos comenzaron a ser reconocidos como miembros de la nación española. Muchas tempestades hubo antes y muchas tempestades ha habido después, pero el atraque a puerto se produjo en 1812 coincidiendo con un tiempo de España discretamente constitucional. En Vidas Gitanas se explica esto y muchas cosas más desde una perspectiva acompasada, esperanzada y brillante. Cuando hace algunos años componíamos el Instituto de Cultura Gitana lo hacíamos repitiendo que «España también es gitana», que la diversidad cultural española incluye también al Pueblo Gitano. Y siempre pensamos que era necesario para simbolizar este hilo conductor la realización de una exposición en la que el visitante pudiese viajar en el tiempo, impregnarse de perfumes de Cachemira, montar a lomos de caballos romaníes veloces como el viento, dibujar el hierro con golpes mágicos, disfrutar de la frescura de los ríos del arte gitano, compartiendo sentimientos y símbolos que han aportado gitaneidad a la España que hoy conocemos. Una exposición cultural que aprehendiera el perfil gitano de Sorolla, de Falla, de García Lorca, de Joselito el Gallo, de Carmen Amaya, de Camarón… Y creo, sinceramente, que el trabajo ha merecido la pena. Vidas Gitanas es un tiempo de reflexión para abordar el nuevo cruce de caminos.

Desde un punto de vista cultural los gitanos hemos despertado, hemos abierto los ojos adquiriendo conciencia de nosotros mismos a lo largo del pasado siglo XX. Fueron muchas las iniciativas asociativas en defensa de reivindicaciones y derechos desde diferentes perspectivas que abarcaron desde la religión hasta el flamenco, pasando por la mejora de las condiciones de la venta ambulante, los servicios sociales, el feminismo o la política. De algún modo, el siglo XXI es un nuevo paso en nuestro secular Lungo Drom (largo camino). Es el paso del Despertar al Levantarse. El siglo XXI es el tiempo del punto y final en la invisibilidad y el desconocimiento para iniciar una etapa de explicación sin complejos sobre lo que nos ha pasado. Sobre lo que nos ha pasado a todos, a gitanos y payos, sin reproches mutuos, sin apriorismos, sin radicalismos. No nos arrepintamos de la historia, expliquémosla juntos. Solo de este modo generaremos las emociones y complicidades necesarias para que el Pueblo Gitano ocupe el lugar que todos deseamos.

Abrir el corazón es mucho más que abrir las puertas de una exposición, pero ambas aperturas tienen en común que son muchas las fibras que laten y sobre todo, que nuestros ojos las ven latir. Ambas aperturas son un viaje desde la piel al ser. Tras el viaje, nada será lo mismo porque el visitante entenderá que todos, gitanos y payos, hemos compartido el mismo corazón. Ese es el único secreto y el más grande.

Diego Fernández Jiménez
Director del Instituto de Cultura Gitana







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