Page 110 - Barbieri. Música, fuego y diamantes
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114 BARBIERI. MÚSICA, FUEGO Y DIAMANTES
Acá, todo es algazara,
un pueblo que en nadie piensa, porque le dan pan y toros.
Ser artesano de un teatro nuevo, popular, donde el pueblo se vea reflejado y gracias al cual pueda conocer su propia historia es un sueño heredado del Romanticismo y de su afición por el drama histórico. Esta es una de las ideas que exponía María Zambrano en su Pensamiento y poesía en la vida española. Según la filósofa, «es siempre y para todo pueblo imprescindible una imagen del tiempo inmediato anterior a aquel en que vive, como examen de los propios errores y espejismos»13. Barbieri y sus contemporáneos, habiendo vivido en un siglo muy atormentado, no pueden me- nos que cuestionar a su manera los principios cada vez más anticuados que rigen la sociedad y mantienen cada individuo en su grupo social de origen. El teatro autoriza otra visión del mundo. Dentro de la larga lista de ejemplos que podrían ilustrar tan evidente realidad, una réplica de Jugar con fuego nos parece más que elocuente en cuanto a las clases sociales, por muy ligera que pueda sonar. Se trata de una frase pronunciada por Leonor, una duquesa enamorada de Félix, un joven caballero recién llegado a la corte. La duquesa, que no quiere revelar su rango a su amado, se disfraza de sirvienta para poder seguir con sus citas secretas. Después de una tierna e inocente declaración de Félix, se exclama:
Oh! que nobles sentimientos! No usaría este lenguaje Ningún cortesano.
Ciertamente, el tono queda muy lejos del de Rigoletto de Verdi al cantar su famosa frase «Corteggianni, vil razza, damnata»... pero aun así se insiste en la verdadera y única nobleza que es la del alma.
A lo largo de cuatro décadas, treinta libretistas colaboraron con Barbieri para llegar a los setenta y tres títulos que componen su repertorio de zarzuelas. Madrid y otras ciudades han vivido al ritmo de sus muchos números de antología que forman parte desde entonces de la cultura popular española. Obra tras obra, Barbieri y sus libretis- tas han logrado llevar al escenario «los actos del drama que es la vida de un pueblo», según la fórmula de María Zambrano14. Nos queda por suerte de esta maravillosa página de nuestra historia teatral mucho papel, y el peso considerable de una pluma.
13
María Zambrano: Pensamiento y poesía en la vida española. Madrid, Endymion, 1996, p. 102.
14
Ibidem, p. 105.