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Maldiciones y bendiciones: navegando por MI identidad indígena entre imperios coloniales
Laura M. Torres Souder
Richard Flores Taitano Micronesian Area Research Center, University of Guam
1. Guåhu si...
Oficialmente, me llamo Laura Marie Torres Souder. Para mi familia y mis amigos, soy Loling, y en los últimos tiempos soy también saina Lo o tía Lo para mis sobrinas y sobrinos o mis compañeros o conocidos más jóvenes. Nací en Hagåtña (Agaña), en Guam, hace 71 años, hija de Mariquita Calvo Torres y Paul Bernhardt Souder. En Guam, he vivido en el 155 Cuesta San Ramon. Mis pa- dres construyeron nuestra casa con vistas a la capital y se mudaron allí poco después de que yo naciera. Ahí sigue, en la misma colina donde estableció su residen- cia William Safford, botánico y primer vicegobernador naval estadounidense de Guam. Desde lo alto de una de las dos bonitas colinas que ofrecen vistas a Hagåtña, he contemplado a vista de pájaro mi tierra natal y durante toda una vida he sufrido o disfrutado las maldiciones y bendiciones de nuestra trayectoria como el pueblo indí- gena de Guåhan (Guam), los taotao tåno’.
2. I man tåtasi...
Supuestamente, mis ancestros fueron grandes marine- ros y excelentes navegantes. El pueblo originario del
archipiélago de Laguas y Gåni, lo que ahora se conoce
169 como las islas Marianas, fue uno de los primeros en atravesar las inexploradas aguas del Pacífico en busca
de un nuevo hogar. Viajaron en sus excelentes embar- caciones desde las islas de la costa del sudeste asiático
para poblar Oceanía. Los taotao tåno’ de Guam inicia-
ron su asentamiento permanente en las islas hace unos
3500 o 4000 años, y los CHamoru modernos son des- cendientes de estos ancestros. Los últimos estudios comparativos del genoma humano corroboran que compartimos un ADN característico que nos conecta,
tres milenios después, con los enterramientos huma-
nos hallados en los yacimientos arqueológicos de hace
al menos 2500 años.
A lo largo del tiempo, hay momentos que marcan
un antes y un después. Los grandes acontecimientos perpetrados a manos de los imperios coloniales han circunscrito nuestra trayectoria como habitantes de estas tierras. Con toda probabilidad, las fechas históri- cas fueron un verdadero enigma para un pueblo cuya sensación del tiempo en el espacio se extendía duran- te miles de años en ciclos ininterrumpidos de mo’na yan tåtte, de ir un paso por delante o un paso por de- trás. Percibir el tiempo de forma lineal es algo que se aprende. La conciencia sobre antis yan dispues, o el

















































































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