Page 59 - I estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las Marianas y la cultura chamorra
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La semilla de los mártires
y el martirio en las Marianas (siglo xvii)
Alexandre Coello de la Rosa
Universidad Pompeu Fabra
Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA)
El 15 o 16 de junio de 1668, una pequeña comitiva de jesuitas liderada por el padre Diego Luis de San Vito- res y escoltada por un modesto séquito de ayudantes armados llegó a isla de Guåhån (o Guam), en el archi- piélago de las Marianas. El sacerdote estableció su sede evangélica en la aldea de Hagåtña, rebautizada como San Ignacio de Agaña. Como apunta Ulrike Strasser, la historia de las Marianas constituye una intrigante excepción a la norma en la expansión y colonización españolas, pues el impulso por establecer un régimen colonial en esta cadena de quince islas provino de una expedición de jesuitas deseosos de evangelizar a los habitantes del archipiélago, sin aspiración alguna de encontrar en las islas rentabilidad o utilidad económica para la Corona, y todo ello en el fragor de una crisis po- lítica y económica en el seno de la monarquía española (Strasser, 2017: 212).
A pesar de su reducido número, los sacerdotes y catequistas de origen mexicano y filipino se desper- digaron de inmediato por Guåhån y las islas cercanas para predicar los evangelios, confiando en la aparente amabilidad de los nativos y en la protección de Dios (García, 2004). Uno de los más poderosos chamorris (jefes), llamado Kepuha (o Quipuha), les brindó un cordial recibimiento y, tras acceder a ser bautizado
como Juan, les permitió predicar y bautizar a otros ha- bitantes del territorio que gobernaba (ARSI, Philipp. 13, Hist.: 1663-1734, fols. 5r-5v). Kepuha pertenecía a la clase alta, conocida como matua, cuyos miembros vivían cerca de la costa, al contrario que las clases más bajas, que habitaban el interior.
Por orden de San Vitores, el padre Luis de Medina viajó a la zona sur de Guåhån, donde dedicó tres me- ses a quemar ídolos, predicar contra la promiscuidad y la poligamia, bautizar a niños y adultos, y enterrar los cráneos de los chamorros en el nombre de Dios (1668) (Ledesma, 1670, fols. 5r-5v; Morales y Le Go- bien, 2017: 129). Como es evidente, no hizo ningún esfuerzo por adaptarse a la cultura local: su evangeliza- ción de los chamorros pasaba por que estos renuncia- ran a sus propios rituales y tradiciones (Coello, 2010: 17-44). Medina también promovió la devoción a la Vir- gen María, estableciendo las primeras congregaciones marianas del archipiélago. Más adelante, durante sus populares misiones, congregaba a los nuevos cristia- nos en procesiones encabezadas por una gran cruz de plata, mientras recitaban oraciones y plegarias memo- rizadas de antemano. Estas procesiones se detenían para llevar a cabo un acto de contrición y luego se des- plazaban hacia otro lugar, donde rogaban a Dios que
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