Page 46 - Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado
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 1. OCHOA BRuN, Miguel Ángel.
Historia de la Diplomacia española. La Diplomacia en la era de la Ilustración. Madrid: Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, 2012, I, p. 352.
2. ARCHENHOlTZ, Johann Wilhelm.
Histoire de la Guerre de Sept Ans, commencée en 1756 et terminée en 1763. Metz / Paris: [s.n.], 1789, 2 volúmenes. He usado la traducción al francés por el barón de Bock.
La primera edición en alemán es de 1788 y el título es más fiel al contenido al señalar que es sobre “Alemania” y que, por tanto, no se ocupa de otras zonas en guerra, ni otros contendientes: Geschichte des siebenjohrigen krieges in Deutschland von 1756 bis 1763. Mannheim: [s.n.], 1788.
3. TEMPElHOF, G. F. de. Histoire
de la guerre de sept ans. Berlin: [s.n.], 1785. De esta obra extractó
lo más significativo para hacer un análisis comparativo con las guerras napoleónicas JOMiNi, barón Antoine-Henry. Traité de grande tactique: ou Relation de la Guerre de sept ans, Extraite de Tempelhof, commentée et comparée aux principales operations de la derniere guerre. [S.l.]: [s.n.], 1805.
4. TiElKE, Johann Gottieb.
Recherches sur l’art militaire et les événemens de la guerre deppuis 1756 jusqén 1763... Freiberg: [s.n.], 1783, 3 volúmenes.
5. Se trata del RES/1788, que, al
llevar anotada una signatura que empieza por 21/2085, se deduce que ya estaba en la antigua biblioteca
locales o nacionales y desde luego el olvido de los frentes del Sur de Europa: una parte de la guerra fue eminentemente centroeuropea, “las circunstancias germánicas, es decir, las ambiciones de Federico de Prusia frente a Austria, nada tenían que ver con intereses españoles. Pero otra cosa era la pugna ultramarina en Indias, donde los actos ingleses sí chocaban contra las tierras de España y Francia en América e inter- ferían en temas de comercio y navegación.”1.
Del carácter de guerra continental, o europea dejaron constancia, no sólo las negociaciones diplomáticas o los teatros de operaciones, sino una nutrida cantidad de obras historiográficas, de las que entresaco sólo unos ejemplos, como el de Johann Wilhelm Archenholtz, capitán al servicio de Prusia2; G. F. de Tempelhof, oficial de artillería también al servicio de Prusia3; Johann Gottieb Tielke, esta vez oficial de artillería al servicio de Sajonia4 y así sucesivamente. Aquella historiografía estaba muy vinculada al análisis de la grandeza de las “nuevas” monarquías, o a la explicación estratégica de lo que aconteció en el solar de Europa en aquellos años. Lo que es evidente es que para muchos centroeuropeos aún no se había “descubierto” la Amé- rica del Norte (los casos de Archencholtz o de Tempelhof y del barón Antoine-Hen- ry Jomini son muy llamativos). Curiosamente, en ese ambiente, saco a la luz ahora un curiosísimo manuscrito que guardamos en la biblioteca Tomás Navarro Tomás del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Madrid). Se trata de cerca de seten- ta mapas impresos en pequeño formato y que en su día (por el tipo de encuadernación y papel parece ser que ocurrió en el siglo XiX), alguien recortó y fue pegando en esta especie de álbum de estampas, en el que no dejó ningún rastro personal que nos pueda hacer identificar al autor5.
Volvamos a lo nuestro: a día de hoy no se puede discutir una interpretación global de aquella guerra. La investigación ha brindado nuevas relecturas, muy enri- quecedoras, para entender, fundamentalmente, los orígenes del Imperio británico, o los orígenes de la desafección entre los Borbones y su pueblo en Francia.
Inglaterra no estaba por la labor de mantener paz en América. Es más, de hecho emprendió nuevas acciones bélicas, abiertas o encubiertas, Honduras, Malvinas, corso, pesca en Terranova eran los capítulos del litigio general.
Por otro lado, las balanzas en Europa se movían en contra de la alianza fran- coaustriaca. Así que Francia buscó una potencia amiga: España. A Luis XV le intere- saba sobremanera encontrarse (en todos los sentidos) con el nuevo rey de España, Carlos III y, a ser posible, reinaugurar un Pacto de Familia, como aquellos de 1733 y de 1743. En medio de este ambiente, de enfrentamiento entre Prusia y Austria, un nuevo rey, acaso más proaustriaco que anglófilo (por los actos de guerra contra Nápoles) como se sospechaba, llegaba a España. Y Francia, por la cuenta que le tenía, era más que posible que se aliara con Austria también, contra Inglaterra, aunque no podía faltar una situación a todas luces utópica, si se desencadenaba una guerra total, como eran los
ALFREDO ALVAR EZQUERRA 44

















































































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