Page 34 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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 feliz que el que largamente dedica Mendoza a explicar cómo se financió la extensión urbana llamada El Ensanche, una vez abatidas las murallas de la ciudad. Manteniendo una fidelidad documental inexpugnable, Mendoza nos hizo ver cómo el plan, imitado del grandioso proyecto de Haussmann para el París del segundo imperio, se desarrolló como una partida de mus y una sucesión de estafas entre labradores, de manera que los solares a edi- ficar eran cada vez más exiguos y mezquinos por la codicia de los inmobi- liarios hasta llegar a inmuebles del tamaño de una pieza de dominó. No se ha escrito nunca algo tan hilarante (y serio) sobre la mezquindad de aquella mafia inmobiliaria que contaba, además, con su propio sindicato del cri- men. Esta es la razón por la que Benet dice en su artículo que si escribiera una tesis doctoral sobre la novela le pondría por título: «Formas de pago y sistemas de cobro en La ciudad de los prodigios».
No sé si habré sabido explicar la gozosa novedad que ha supuesto y aún supone Mendoza en el adormilado ambiente español, una personalidad tan infrecuente que me ha llevado a titular esta laudatio como «El extraño caso del Dr. Mendoza». Se trata de un escritor profesional como se han dado pocos, no ya en España, sino en Europa entera. Además de sus quince no- velas, Mendoza ha escrito dos obras de teatro, cuatro ensayos e innumera- bles artículos periodísticos. Es un caso sobresaliente de vocación absoluta, sólo comparable con uno de sus maestros, Baroja, autor de incontables li- bros debidos a la pura imposibilidad de dejar de escribir ni un solo día. Y ojalá Mendoza siga haciéndolo muchos años más.
No me parece a mí que haya otro prosista vivo que mejor merezca el pre- mio Cervantes, no sólo por la calidad de su obra, sino también por la inne- gable simpatía que despiertan dos escritores de los que nadie conoce ni una mala acción, ni una maledicencia, ni un rasgo de orgullo o de desprecio. Como bien saben ustedes, este es en verdad un «extraño caso».
Cervantes y Mendoza son dos excelentes escritores, pero, además, son dos personas cabales y entrañables. Vivan por siempre juntos en nuestras bibliotecas.
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