Page 118 - Fernando Sinaga. Ideas K
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El desayuno alemán
Erich y Edith se encontraban de vacaciones en Rusia. Su casa era un lugar tranquilo, al igual que el resto de la ciudad, y esto nos permitió pasar un tiempo tan inquietante como agradable. En Alemania descubrí que la gente conserva el ruido dentro y que, por lo tanto, para encontrarle sonidos a las situaciones, uno tiene que esforzarse bastante más. Dreikornbrot, mermelada de ciruelas, mantequilla, un huevo pasado por agua y un café era nuestro desayuno diario. Nos levantábamos tarde y esto nos hacía felices a Gudrun y a mí. Una comida constructivista es posible que no
la hubiera soportado entonces, pero un desayuno, y además a la hora de la comida, es otra cosa. Parece que comes y sin embargo estás empezando el día un poco más tarde que los demás y más ligeramente, con la sensación de desayuno.
Creo que fue la única manera de tomarse las cosas de este norte europeo tan atractivo como ajeno a nuestras formas.Y fue esta identidad la que, sin duda, aquel verano me hizo iniciar un viaje que cambiaría mi vida.
«¡Mira, Fernando, el hombre es un ser en continuo equilibrio inestable!» Agustín Pirella, el psiquiatra italiano con el que compartimos el té y la tarta aquella tarde de septiembre, me definía así, rápidamente en una fisura entre las demás conver- saciones, su visión del dinamismo contradictorio de los procesos psíquicos.
Schwitters, el políglota, esta vez desde su ciudad, me hacía descubrir algo relativo a lo nuestro. Los tranvías de Hannover me recuerdan a los ya desaparecidos de Zaragoza.
Escrito en Hanover, septiembre de 1985.
Publicado por primera vez en cat. exp. Agua Amarga, Fundació Pilar i Joan Miró, Palma de Mallorca, 1996.
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