Page 46 - Fernando Sinaga. Ideas K
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1. Fernando Sinaga, “Ûzuluz”,
Consideraciones discontinuas y otras conversaciones, Salamanca: Domus Artium 2002, 2006, p. 56.
Todas las citas del artista en este texto corresponden al citado Conversaciones discontinuas, una compilación de escritos del artista entre 1985 y 2005 y de entrevistas realizadas.
Contradicción, negación y totalidad en Fernando Sinaga Peio Aguirre
Velar por el sentido ausente. Maurice Blanchot, La escritura del desastre.
Presenciar en la actualidad una retrospectiva de Fernando Sinaga es como retroceder en el túnel del tiempo a un período en el que el término «escul- tura» todavía poseía connotaciones simbólicas —si no abiertamente psicológicas— que la deriva de un posmodernismo referencialista e historicista ha acabado por neutralizar. ¿Es todavía posible, en medio de
la saturación de información y las metaprácticas artísticas de ultimísima generación, el recurso a la escultura como tabla de salvación? La escul- tura, ésta más bi que tri-dimensional, es portadora de una cualidad extinta ahora, cuando puede resultar plausible proclamar la defunción de la escul- tura como un territorio determinado e hiperespecífico. Esta «pérdida» (de la escultura) a la que me refiero no tiene nada que ver con el hecho tridimen- sional o espacial en sí, pues objetos siguen produciéndose en cantidades importantes. Esta escultura ausente, que sin embargo pervive en Sinaga, tiene más que ver con una dimensión ontológica a la vez fenomenológica
y espiritual, allí donde el arte es un proceso de conocimiento interior del sujeto. Quiero señalar que la pérdida de la escultura como tal no debe representar ningún motivo de duelo, así como resulta necesario aclarar que el posmodernismo que tengo en mente es más una condición inevitable que un estilo o modo de hacer predeterminado, y lo que ahora toca es abordar una labor ardua y difícil —refractaria en principio a cualesquiera sean las marcas del posmodernismo— en unos tiempos claramente posmodernos. La escultura es, en este marco, y en sus palabras, como un «efluvio violento», una acción o lugar desde donde «sentirte recipiente de una totalidad». La insistencia en una posición personal cataliza entonces en la escultura como un campo diferenciado: «La escultura, de esta forma, se ha ido configurando con los años en la experiencia sensible final de todo lo que para mí ha sido desconocido y oculto, y también en una forma de unir pensamiento, sentimiento y voluntad en una unidad interior».1 Pero quizás la defensa de la escultura no necesita de abogados, y resulta que Sinaga, formado como pintor y quien alude constantemente al espacio pictórico de las dos superficies, no está tan interesado en la mitología
del escultor ni en nada que recuerde a la lógica del monumento; para él,
la materia es irreductible a preconcepciones disciplinares y su acerca- miento surge de la condensación de la mirada sobre la superficie (que
es en primer lugar materia) en una clase de postura que comparte con la pintura conceptual. Escultura sin escultura. Ni pintor, ni escultor tradicional, materia e inmaterialidad a la vez (en un interminable proceso de disolucio- nes y solidificaciones). ¿Acaso son variantes de los objetos específicos?
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