Page 109 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
P. 109

de mantenerse vivo a lo largo de décadas. En un plano más rudimentario y directamente político, Manuel Azaña se comprometió de una forma clara con proyectos de corte reformista; el más llamativo, y como miembro de la generación de 1914, fue su militancia en el Partido Reformista desde sus comienzos hasta su abandono tras el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera, en desacuerdo con la posición mantenida frente a ella por Melquía- des Álvarez.
Ese carácter de un Manuel Azaña reformista posee una larga génesis desde sus años formativos; se sedimentó, más tarde, durante la estancia de casi un año en Francia, becado por la Junta de Ampliación de Estudios, donde se impregnó intensamente de los valores del republicanismo francés, y se con- firmó, finalmente, en su propio compromiso con el proyecto reformista junto a Ortega y Gasset, Luis de Zulueta, Manuel García Morente y otros intelectuales liberales del momento.
Se ha apuntado, no sin razón, que en su juventud Manuel Azaña había deambulado entre una cierta indolencia, la tentación literaria y sus com- promisos empresariales agrarios en Alcalá, con lo que sus iniciales momen- tos de reflexión jurídica y académica habrían quedado cortados a lo largo de casi una década. De ello dan cuenta las colaboraciones periodísticas de juventud (Brisas del Henares, Gente Vieja...) y sus propias referencias auto- biográficas. Pero una lectura atenta de sus escritos nos muestra con claridad que el proceso formativo, la consolidación de las ideas matrices de su pen- samiento y reflexiones sobre España, sus instituciones y la naturaleza social de la nación, conocieron una progresión constante desde el fin de siglo.
Más allá de sus tentaciones periodísticas y literarias, el Azaña de comienzos del siglo xx abordó con lucidez los problemas jurídicos y políticos básicos a que se enfrentaba la sociedad de su tiempo: la emergencia de las masas a la política, al reflexionar sobre la responsabilidad de las multitudes en su me- moria de doctorado (1900) o en la relación entre libertad religiosa y derecho de asociación (1902), donde ya se mostraba distante con los modos de ver el problema religioso de los regeneradores del momento: Azorín, Baroja o Maeztu. Frente al espíritu “negativo” del noventa y ocho, el joven Azaña vive la crisis nacional de un modo no dramático, incluso se manifiesta optimista, frente al ambiente taciturno del regeneracionismo finisecular:
Reconozco –escribió en 1901– que soy profundamente optimista, irre- flexivo amante de las cosas de mi tierra, admirador entusiasta de sus grandezas en todos los órdenes y que, por lo tanto, es difícil que esa peste reinante de acabamiento y desesperanzas se apodere de mi humil- de personalidad; este modo de ver las cosas podrá ser equivocado, pero me proporciona ventajas inmensas y placeres de que no goza la infinita turba de agoreros que nos rodea y en quienes toda calamidad tiene tu vaticinador3.
3 Azaña, Manuel (“Salvador Rodri- go”), “El paso honroso”, Gente Vieja, 10 de marzo de 1901, OC, vol. 1, p. 48.
108
manuel suárez cortina



























































































   107   108   109   110   111