Page 111 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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rente no es otro que la Europa más avanzada, con París y Londres como faros que han de iluminar su camino. “Patria y trabajo. Patria, esto es: el ara donde podemos llevar la ofrenda de nuestros desvelos...”, señaló con cier- ta frecuencia Manuel Azaña. Cuando pocos meses más tarde, a finales de noviembre de 1911, parte hacia París para disfrutar de una beca de la Jun- ta para Ampliación de Estudios, aparece ya como un hombre maduro que finalmente se ha estabilizado a través de un puesto de funcionario y que le permitirá afianzar de una manera firme sus convicciones reformistas y de- mocráticas.
Los artículos enviados desde la capital francesa dan cuenta de esa mirada europea a los problemas del momento, de su alejamiento de Baroja y su generación, de la apertura a las modalidades de civilización que le propor- cionan las experiencias francesa, alemana e inglesa. Así, su estancia en París le facilita no solo el seguimiento de cursos en la Sorbona, sino una perma- nente ósmosis del ambiente intelectual y político de una ciudad que marcó de una forma clara sus principios democráticos y parlamentarios. Los mis- mos que desde 1912 habría de fomentar con su incorporación al Partido Reformista.
Manuel Azaña y el Partido Reformista
La incorporación de Azaña al experimento reformista puesto en marcha por Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate en 1912 parecía inevitable en un político que desde su juventud denostaba la corrupción política sobre la que se asentaba el sistema restaurado. Alguien que, por otra parte, siem- pre se había proclamado como evolucionista y por ello ajeno a los presu- puestos revolucionarios, pero también porque su inquietud –cuando no ambición– política se vio impulsada por un proyecto al que se acogieron los efectivos liberal-demócratas más característicos de la nueva intelectua- lidad (Ortega, García Morente, Sánchez Ocaña...) y del Ateneo madrileño, del que Azaña fue secretario en los años siguientes.
La experiencia reformista en la que Azaña trabajó a lo largo de una década se presentaba como el proyecto más ajustado a sus ideales y planteamientos políticos: democracia y anticorrupción, parlamentarismo y evolución, lai- cismo suave, accidentalismo de las formas de gobierno para posibilitar tan- to la democratización vía reforma interna del sistema restaurado o, en su caso, desde el republicanismo toda vez que no fuera viable el experimento de democracia dentro de la monarquía. Para Azaña el resto de los reformis- tas se les ofrecían como modelo los ejemplos inglés y francés: el primero con monarquía, el segundo con república. En uno y otro era posible com- patibilizar la forma de gobierno con el desarrollo efectivo de una democra- cia parlamentaria. De esos ideales y procedimientos dio cuenta Azaña en los distintos mítines y conferencias en los que representó al partido. En el Partido Reformista, Azaña no fue una figura de primera línea, pero estuvo
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