Page 119 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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“Si este es mi destino de español –escribió en julio de 1922–, pienso que no lo hay más negro”17.
Pareciera que Azaña abandonaba la política. Nada más lejos de la realidad; en todo caso, su alejamiento era con la dirección y sentido que a aquellas alturas ofrecía el Partido Reformista, sobre todo por las directrices que le imprimía Melquíades Álvarez. Desde la revista España Azaña hace política a su manera, como intelectual y crítico, publicando más de una treintena de artículos de diverso género, revisando sus planteamientos sobre la historia de España, sobre los ingredientes centrales de su pensamiento liberal, y hurgan- do en las concepciones y aportaciones de la literatura del desastre –Maeztu, Ganivet, Unamuno, Valle-Inclán, Costa, Baroja, Azorín...–, que, antes y después de la dictadura, fueron sometidos a la aguda mirada del escritor y político alcalaíno. La suya fue una crítica política y literaria cargada de sen- tido histórico. Basta seguir sus artículos de La Pluma y España para reconocer la profundidad de conocimientos históricos y literarios que atesora su obra. También, cómo se va perfilando el sentido y alcance de su liberalismo, la demanda de democracia y la defensa del papel del Estado como motor de ella, como exigencia ineludible para la modernidad de España y, ¡cómo no!, la frustración que le genera la conducta política de Melquíades Álvarez.
Con el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera y la inacción mostrada por el Partido Reformista, los ideales de Manuel Azaña se alejan inevitable- mente del experimento político del partido en el que había militado duran- te una década. En una carta a Melquíades Álvarez, en la que evaluaba el papel del Partido Reformista en aquel momento, denunciaba cómo el triunfo de la dictadura militar y ciertos modos de preparar y recibir el ad- venimiento del dictador “hieren, sin remedio en opinión mía, la base doc- trinal y moral del partido. Mejor fuera decir que lo destruyen. El reformis- mo se fundó para democratizar la monarquía, conservando la forma de la institución, su prestigio histórico, pero no el contenido autoritario ni la fuerza arbitral que aún le pertenecen en el gobierno de España”18. Su con- clusión no era otra que al reformismo solo le quedaban tres caminos: rema- char su adhesión a la monarquía, disolverse o volver a sus antiguas posicio- nes, reinsertándose en el republicanismo del que procedía. Este último será el rumbo que de inmediato guiará a Manuel Azaña.
La separación del Partido Reformista le permitió recuperar de inmediato el sentido puramente republicano que anidaba en su interior. Azaña, refor- mista y evolucionista, que no revolucionario, reiterará de una manera repe- tida sus ideales anti-caciquiles, laicos (“con una puntita de clerofobia”)19 y democráticos, ya sin la mediación del compromiso de partido, donde la proclamación reformista de la accidentalidad de las formas de gobierno no había neutralizado al intelectual, republicano, liberal y demócrata que co- bijaba la figura de Manuel Azaña. Bajo la dictadura de Primo de Rivera quedaría constancia de todo ello.
Prospecto de la Liga
de Educación Política Española 1913
Colección Familia San Luciano
118 manuel suárez cortina
17 Azaña, Manuel (“Cardenio”), “Al- manzor”, La Pluma, julio de 1922, OC, vol. 2, junio 1920- abril 1921, p. 110.
18 Azaña, Manuel, “Carta de Manuel Azaña a Melquíades Álvarez”, 17 de septiembre de 1923. Recogida en Azaña. Catálogo de la exposición, Palacio de Cristal-Parque del Retiro, noviembre 1990-enero 1991, Ma- drid, Ministerio de Cultura, 1990, pp. 46-47.
19 Azaña, Manuel (“Cardenio”), “Los curas oprimidos”, La Pluma, sep- tiembre de 1922, OC, vol. 2, p. 118.
























































































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