Page 144 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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17 Ibídem, p. 218.
18 Ibídem, pp. 218-219.
19 Azaña, Manuel, op. cit., p. 286.
bastidores para situarse en un palco a la vista del público fue, según el cri- terio de la Xirgu que conocemos por el testimonio del propio Rivas Cherif, un “primer error psicológico de nuestra previsión”, un error que contribu- yó decisivamente a su fracaso: “Como el palco había de ser, pues, un pros- cenio, compartió con los actores la atención de la platea, deseosa, por irre- sistible curiosidad, de atender a las intenciones que pudiera reflejar la fisonomía del autor tanto o más que a la escena”17. Y si bien fue cierto que se produjo “la comunicación de la sala con el escenario, cuyo fluido espiri- tual constituye la esencia del teatro”, también lo fue la sensación dominan- te para la actriz y el resto de su compañía de la falta de concentración del público en la representación misma:
Margarita me traducía después, en la reflexión que siguió un día tras otro a las encontradas emociones del estreno, la impresión de desaso- siego que con ella habían experimentado sus compañeros todos, al sentir la dualidad del interés del público, ajenado del espectáculo es- cénico por el que se daba con la contemplación del palco presidencial. No habían conseguido lo que se dice entrar en situación. El público tampoco, pese a las manifestaciones personales a la figura erguida del presidente, reproducidas al final del segundo acto y al terminar la obra: pero inequívocamente dirigidas a él en tanto que revelación de la República como político más que al dramaturgo. El poeta dramáti- co tenía que dolerse y se dolió de aquel suceso. No me disimuló su descontento18.
A pesar de los aplausos y del aparente éxito el estreno ante un público se- lecto compuesto por autoridades, intelectualidad catalana y estamentos oficiales adictos, era obvio que en esa reacción predominaba la simpatía personal y la conveniencia política sobre el puro reconocimiento dramatúr- gico. Para un hombre tan lúcido como Azaña estaba claro que aquel aplau- so era un aplauso a su persona, al estadista amigo de Cataluña y a su polí- tica republicana antes que a La Corona. El propio dramaturgo fue el crítico más feroz del estreno, es decir, de la puesta en escena del drama y, ante todo, de las desafortunadas interpretaciones de la compañía al completo, incluida la Xirgu. Sin embargo, no fue en absoluto autocrítico, esto es, no advirtió o no quiso advertir los propios defectos dramatúrgicos de La Co- rona: “Teatralmente, la obra no sale”19. A pesar de que la prensa barcelone- sa constató el éxito del estreno, no fueron precisamente rosas todo lo que se publicó acerca de la calidad dramática de una obra tan llena de espinas como La Corona, imperfecciones que el crítico anónimo de La Razón acer- tó a resumir con concisa contundencia en un artículo publicado el 21 de diciembre de 1931:
El interés de la obra estaba, sin duda, en el nombre del autor. De ahí la calidad de las personas que acudieron al estreno: autoridades, políticos republicanos... y fuerza pública.
tres estrenos teatrales de manuel azaña 143



























































































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