Page 142 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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8 Azaña, Manuel, Memorias políticas y de guerra (1931-1939), en Obras completas, México, Ediciones Oasis, 1968, t. IV, p. 286.
9 Rivas Cherif, Cipriano de, op. cit., p. 213.
10 Ibídem, p. 225.
11 Ibídem, p. 153.
12 Azaña, Manuel y Rivas Cherif, Ci-
priano de, Cartas 1917-1935 (inédi- tas), edición, introducción y notas al cuidado de Enrique de Rivas, Valen- cia, Pre-Textos, 1991.
13 Rivas Cherif, Cipriano de, op. cit., p. 216.
14 He analizado con mayor profundi- dad este estreno barcelonés, así co- mo los posteriores en Madrid y México, en “Manuel Azaña, drama- turgo: el estreno de La Corona”, en AA VV, Azaña, Madrid, Ministerio de Cultura, 1990, pp. 251-269. Una síntesis de este capítulo en Aguilera Sastre, Juan y Aznar Soler, Manuel, “El estreno de La Corona, del dra- maturgo Manuel Azaña”, en Cipria- no de Rivas Cherif y el teatro español de su época (1891-1967), Madrid, Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España, 2000, pp. 211-219.
II
El estreno de “La Corona” en el Teatro Goya de Barcelona
Según confesión propia, Manuel Azaña escribió su drama La Corona en febrero de 1928: “Me ocupó las tardes de veinte días. Es lo primero que he hecho para el teatro”8. La fecha es importante porque el dramaturgo se había enamorado por entonces de Dolores de Rivas Cherif, con la que acabaría casándose el 27 de febrero de 1929. En la génesis de la obra hay, por tanto, una motivación autobiográfica que el propio autor reconoció al dedicar “A L.R.C.” este “drama en tres actos” cuando en 1930, un año antes de su estreno, la editorial madrileña Mundo Latino publicó, junto al Entremés del sereno, su primera edición en libro. No cabe duda de que Rivas Cherif fue muy consciente siempre, en su doble condición de amigo ín- timo de Azaña y de hermano de Lola, de esa dimensión autobiográfica de La Corona.
La preparación del estreno: ambiente político y ensayos
El proyecto de estrenar La Corona lo tuvo Rivas Cherif, ya director de la compañía de Margarita Xirgu, desde 1930. Pero ni a la Xirgu ni a Irene López Heredia les interesó la obra tras su lectura. Sin embargo, tras un, al parecer, estreno frustrado en diciembre de 1930 e instaurada ya la Segunda República, tanto la actriz y empresaria como el propio dramaturgo acepta- ron, sorprendentemente para él, el desafío del estreno en unas circunstan- cias políticas que privilegiaban “la curiosidad morbosa del espectador fá- cil”9. Solo la fraternal pasión ciega, las implicaciones autobiográficas del drama y la admiración política e intelectual de Rivas Cherif por Azaña pueden explicarnos su desconcertante convicción, mantenida hasta su muerte, de que La Corona era “la mejor tragicomedia española de nuestro siglo y al par de las mejores del más grande”10. De ahí su incomprensión del juicio negativo de la Xirgu al achacar a la obra “cierta lentitud y exceso que invalidarían su suceso para con las audiencias de nuestros teatros”11. Ciego por la pasión y sordo a la crítica, es obvio que Rivas Cherif acometió con una ilusión excepcional los ensayos de la obra, que no iba a estrenarse en el Teatro Español de Madrid como hubiera parecido lógico, sino en el Teatro Goya de Barcelona. Prueba de esa ilusión excepcional son las cartas que, desde el 25 de noviembre de 1931 y hasta la fecha del estreno, fue envian- do desde la capital catalana a Azaña, en donde hallamos una cumplida in- formación sobre el desarrollo de los ensayos12, pero también, claro está, sobre “las incidencias exteriores inherentes al viaje del autor”13.
El estreno barcelonés de La Corona se convirtió en la práctica poco menos que en una cuestión de Estado14. La larga y compleja negociación para que el drama se estrenase en el Liceo, en que se implicó la propia Generalitat, acabó en un rotundo fracaso por razones políticas. Por otra parte, ese con-
tres estrenos teatrales de manuel azaña 141




















































































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