Page 200 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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8 Pérez, Joseph, “Manuel Azaña et l’histoire”, en Aubert, Paul y Amal- ric, Jean-Pierre (eds.), Azaña et son temps, Madrid, Casa de Velázquez, 1993. Por mi parte, he abordado el tema en “La Historia en la obra de Manuel Azaña”, Cuadernos de la UMER, 76, Madrid, 2012.
9 Juliá, Santos, Vida y tiempo de Ma- nuel Azaña (1880-1940), Madrid, Taurus, 2008, p. 220. También en OC, vol. 2, p. XX.
En sus diarios escritos durante su estancia en el poder, afloran también referencias comparativas con el pasado. Por ejemplo, el 7 de julio 1932 registra: “Desde mis habitaciones, antes de ir al Consejo, oigo claros clarines en la calle. Son los milicianos nacionales, que preside el gordo alcalde, y que van al Prado a conmemorar lo de hace ciento diez años. ¿Tendremos tam- bién nosotros otra función como aquella?”. Está aludiendo el entonces presidente del Gobierno a la conmemoración de la jornada del 7 de julio de 1822, cuando una intentona a favor del absolutismo fernandino fue derrotada por la Milicia Nacional en la madrileña plaza Mayor y sus aleda- ños. Los escasos renglones de la anotación incluyen asimismo la evocación de un verso de Rubén Darío, una referencia física al alcalde Pedro Rico y una interrogación final que tendría cabal respuesta, un mes más tarde, con la sanjurjada del 10 de agosto.
Nada más abandonar el poder, en su discurso en la clausura de la asamblea de Acción Republicana en Madrid el 16 de octubre de 1933, Azaña situaba en perspectiva histórica la experiencia política recién concluida y, enlazan- do el primer bienio republicano que acaba de terminar con otros periodos progresistas de la historia española, se hacía estas versadas preguntas ante sus correligionarios:
Estos dos años, estos tres años, ¿quedarán en la historia española como uno de los intentos generosos que se encuentran en nuestro pasado, como aquel trienio del 20 al 23, como aquel bienio constituyente del 54 al 56, como los inicios de la revolución y de la República del 73? ¿Quedará esto así, emergiendo del mar español como un recuerdo, para algunos amable, para otros funesto, maldecido por unos, venerado por otros?
Como puso de relieve el hispanista Joseph Pérez en el cincuentenario de la muerte de Azaña, si este se volvía hacia la historia no era en busca de anéc- dotas para adornar un discurso o para impartir una lección, sino para com- prender la situación sobre la que quería actuar8. Por su parte, Santos Juliá subrayó que “era un político acostumbrado a pensar cada coyuntura pre- sente desde una perspectiva histórica”9. La interpretación del pasado cons- tituyó, no ya la justificación, sino el fundamento de una acción política que Azaña situó explícitamente en el fluir de la historia, sintiéndose a la vez continuador y antecesor. Así lo explicaba, ya relegado a la oposición, en una segunda conferencia en la sociedad El Sitio de Bilbao, el 21 de abril de 1934:
Este sentimiento, esta percepción de la duración, de la continuidad histórica, es inexcusable en un político [...] y si no se siente uno em- barcado en una continuidad, si no se siente uno precedido de algo o de alguien e incluido en una curva que se inició antes de nacer nosotros y que se prolongará mucho después que nosotros hayamos desaparecido, no se tiene el sentimiento fundamental de los fines de la política.
¿azaña historiador? la fundamentación histórica de su acción política 199



























































































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