Page 278 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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8 Incluyó el documento en Mi rebelión en Barcelona, pero la censura impi- dió su publicación. Obras completas, op. cit., vol., 5, pp. 197-198.
por 87 intelectuales, entre ellos Azorín, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín, Federico García Lorca, Gregorio Marañón y León Felipe, en noviembre de 1934. Los términos en que estaba escrita no eran para menos:
Lo que contra el señor Azaña se hace quizás no tenga precedente en nuestra historia, y si lo tiene, de fijo valdrá más no recordarlo. No se ejercita en su contra una oposición, sino una persecución. No se le critica, sino que se le denosta, se le calumnia y se le amenaza. No se aspira a vencerle, sino a aniquilarle. Para vejarle se han agotado todos los dicterios. Se le presenta como un enemigo de su patria, como el causante de todas sus desdichas, como un ser monstruoso e indigno de vivir.
Y todos sabemos –incluso sus más apasionados detractores– que eso no es cierto; que el ideario y la conducta del señor Azaña son absolutamen- te opuestos a los sucesos luctuosos que recientemente han afligido al país; que ha seguido en el poder y en la oposición una política de pu- blicidad, honestidad y limpieza, y que constituye un valor moral y men- tal al que cualquiera puede negar la conformidad, pero nadie debe regatear el respeto8.
Tras el revuelo mediático, podría parecer que la figura política de Azaña estaba irremediablemente amortizada, pero los escándalos del Gobierno Lerroux (el asunto Tayá-Nombela y el del estraperlo, en los que se vieron directamente implicados el propio Alejandro Lerroux y destacados miem- bros del Partido Republicano Radical) y el hecho de que la CEDA incre- mentara su presencia en el Gobierno, con la latente amenaza de involución, movilizaron de nuevo a los partidos de izquierda, que se aprestaron a dar la batalla en la nueva convocatoria electoral que acabaría celebrándose en fe- brero de 1936. Y Azaña, cual ave fénix, resurgió de sus cenizas. No había otro líder capaz de aunar a republicanos y socialistas: se trataba de conven- cer a los republicanos de que no se podía prescindir de los socialistas (a pesar de la intentona de octubre) y a los socialistas de que no había otra vía para continuar con el proyecto reformista que la de volver a la legalidad republicana. Sobre todo, se trataba de llegar a los electores. No había otro político capaz de convencer a las masas con la fuerza de su palabra. Y Aza- ña, de nuevo, lo consiguió.
El 26 de mayo de 1935 Valencia era una fiesta. Se había anunciado un mitin en la plaza de toros, organizado por el comité regional de Izquierda Republicana, que lideraba Juan Peset, y entre los oradores estaría Manuel Azaña. La expectación fue tanta que se hizo necesario alquilar el campo de fútbol del Mestalla. Se vendieron todas las entradas y se desbordaron todas las previsiones. Casi 100.000 personas, que acudieron desde todos los pun- tos de España, llenaron el campo y aplaudieron efusivamente al orador, que, naturalmente, no defraudó.
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