Page 326 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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Anónimo
«El regimiento de Balas Rojas
os llama...»
Cartel, 88 x 64 cm., c. 1936 Fundación Pablo Iglesias, Madrid. CAR-SHM-1334
Roa
«Por nuestra libertad ¡venceremos!» Cartel, 100 x 70 cm., c. 1937 Fundación Pablo Iglesias, Madrid. CAR-SHM-1332
y escribir. Manifiestas contradicciones, inevitables en quien se siente cauti- vo de dos vocaciones difícilmente compatibles, y más en una época tan aciaga. En cualquier caso, cabe distinguir entre el Azaña de la República (1931-1936) y el Azaña de la Guerra Civil (1936-1940) como si fueran dos personalidades distintas. O dicho de otra manera, la toma de conciencia de que lo que podía ser un presentimiento o una fatal premonición acabara convirtiéndose en una insoportable realidad: una guerra civil, particular- mente cruenta si comparamos las cifras de los muertos en el frente y las víctimas del terror de las retaguardias, fue lo que acabó por darle la puntilla. A partir de entonces será un superviviente.
El panorama de una sangrienta guerra civil de resultado incierto es lo que transforma radicalmente al Azaña radiante y optimista que se hunde en el pesimismo preso de la melancolía, porque, desde el primer momento, ante la inhibición de las potencias occidentales comprendió que la República tenía la guerra pérdida y todos sus sueños de regeneración y modernización de España se vinieron abajo estrepitosamente. Él mismo, consciente de su falta de reconocimiento popular como escritor, había dicho con su predis- posición para el sarcasmo: “En España la mejor manera de guardar un se- creto es escribir un libro”. El Azaña que había ganado las elecciones de fe- brero de 1936 y creía firmemente que podría encauzar la situación política del país, se convirtió en un ser medroso y depresivo que, no obstante, fue capaz de sacar fuerzas de su flaqueza para mantenerse dignamente al frente del país, seguir escribiendo sus diarios, y en medio del fragor de los com- bates firmar esa obra impresionante que es La velada en Benicarló. Diálogo de la Guerra de España, publicada en Buenos Aires en 1939.
Dado el conjunto de circunstancias verdaderamente explosivas tanto inter- nas como externas de España mediado el decenio de los treinta, ¿cualquier otro político o estadista de su generación podría haber sobrevivido en se- mejante campo minado? ¿Equivocó Azaña el guion y el escenario, no eligió a los actores y a los aliados más adecuados, careció de la menor apoyatura logística, se le privó con evidente ceguera política hasta de la más elemental de las tramoyas capaz de otorgar un mínimo de verosimilitud a su proyec- to de modernizar España? ¿Existía una mínima cultura política pactista en los partidos republicanos para sacar adelante su proyecto? ¿Acaso no vivió entonces Europa el acoso despiadado del fascismo y del comunismo, si bien la agresividad del primero era ya una evidencia y la pretendida y creciente tensión comunista se había apaciguado con las resoluciones del VII Con- greso de la Komintern, que tuvo lugar en Moscú entre el 25 de julio y el 20 de agosto de 1935? ¿Allí se soslayó el programa revolucionario comu- nista para apoyar la formación de gobiernos del Frente Popular que fueran capaces de parar la proliferación de los fascismos emergentes? Y todas estas determinantes circunstancias se producían además en medio de la crisis generalizada del liberal-capitalismo, del parlamentarismo y de los sistemas democráticos en su conjunto, que sostenían la civilización política en la que
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