Page 349 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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democráticas a involucrarse en el final del conflicto mediante una paz pac- tada, en la que la República no perdiera todo. Con todo, lo principal era detener una matanza ya inútil. La tensión entre Azaña y Negrín alcanzó su punto culminante el 17 de agosto de 1938, en una “entrevista para no ol- vidarla” (Azaña), en la que el presidente de la República debió aceptar la simple remodelación gubernamental y no la crisis total que él quería para forzar un cambio de rumbo, siguiendo los cauces constitucionales12.
Por fin, la solución dada a la crisis checa, en septiembre de 1938, deshizo toda esperanza de mediación aceptable para la República. Sin embargo, fue precisamente después del cónclave de Múnich cuando la ofensiva media- cionista fue más insistente, especialmente en Francia, en donde incluso los hombres más proclives a la causa de la República –como Léon Blum, Édouard Herriot, Vincent Auriol, Paul Reynaud, o Georges Mandel– y todos los amigos del régimen aconsejaron la aceptación de dicha fórmula. Las respuesta de rechazo de Negrín apareció en un discurso radiofónico emitido desde Madrid: “Después de la experiencia de Múnich no cabe otra actitud, ni otra línea de conducta” que la resistencia13.
Georges Bonnet, titular del Quai d’Orsay, o Ministerio de Exteriores fran- cés, volvió a insistir ante el embajador español, Marcelino Pascua, en di- ciembre de 1938, proponiéndole la mediación como única salida para la paz14. El Gobierno español rehusó de nuevo la idea de mediación porque, en las nuevas condiciones internacionales, no podía conducir más que a una derrota con ciertas garantías, circunstancia que todavía no estaba dis- puesto a aceptar. Sin embargo, cuando la ofensiva de Franco sobre Catalu- ña comenzó imparable el 23 de diciembre de 1938, las cosas debieron orientarse definitivamente en aquella dirección.
Ya no había otra salida. Así lo creyó Azaña, desde que el general Rojo, en presencia de Negrín, le expresara el día 28 de enero de 1939 que toda resistencia era ya imposible. El presidente de la República planteó enton- ces que el Gobierno no tenía ya más salida que solicitar una mediación de última hora de Gran Bretaña y Francia que hiciera posible la expatria- ción de los dirigentes políticos republicanos y evitara la represión de los vencedores.
Como Azaña no estaba dispuesto a aceptar el “jusqu’auboutisme” [sic] [“ir hasta el fin”] de su jefe de Gobierno, el 4 de febrero de 1939 forzó una entrevista con los representantes británico y francés, Stevenson y Henry, una vez perdida Barcelona, en la misma raya fronteriza. “Hemos perdido la guerra” –le dijo al embajador francés Henry–, no solo en Ca- taluña, sino en el resto de España: “Hagan ustedes algo” (“Faites quelque chose”) [sic], pidió angustiado Azaña15. Henry se entrevistó con Negrín cuatro días más tarde, percibiendo el embajador francés que todo estaba acabado y que también este aceptaría el auxilio final de Francia. Pero ya
12 Azaña se lamentó de haber sido un presidente desposeído al principio de la guerra, desde noviembre de 1936, y después, bajo el mandato de Ne- grín, un presidente desoído: “Uste- des han procedido como si les estor- base, me han borrado todo lo posible, y si sobrenado es a pesar de ustedes”, le reprochó a Negrín el 16 de noviembre de 1938. Ibídem, p. 892.
13 Discurso radiofónico de Negrín en Archivo Marcelino Pascua, Sección Diversos, Archivo Histórico Nacional [AMP], caja 1, legajo 21.
14 Conversación de Marcelino Pascua con Bonnet, de 10 de diciembre de 1938, en AMP, caja 1, legajo 22.
15 Cfr. DDF, ed. cit., t. XIV, p. 38. El relato que hizo Azaña de la entrevis- ta con Henry puede verse en su carta a Ossorio y Gallardo, de 28 de junio de 1939, en Azaña, Manuel, Obras completas, ed. cit., vol. III, pp. 551- 552.
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