Page 373 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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de alguna manera guardar las formas jurídicas, porque la respuesta política resultaba evidente? Azaña, en cambio, sí que entendió en seguida el men- saje: se había convertido en rehén de Vichy a la espera de que Madrid pi- diera su extradición9.
Lo cierto es que al enterarse Urraca, sin duda alguna por medio de la pre- fectura, de la operación rescate de Manuel Azaña, al día siguiente, él y sus acompañantes tomaron el primer tren para dirigirse a Vichy. Señal inequí- voca de que había que parar en seco el plan de la Legación de México, ya que, si Azaña llegaba a pisar suelo mexicano en esa ciudad, se tornaría imposible secuestrarlo y llevarlo a España10. También, esa salida precipitada tendería a demostrar que las palabras del prefecto a Dolores de Rivas Che- rif no tenían base jurídica alguna y que, a la espera de la respuesta del Mi- nisterio, tal vez resultaban necesarias unas presiones de la Embajada espa- ñola sobre las autoridades de Vichy.
La tensión de esos días pudo con la delicada salud de Azaña. El 19 de sep- tiembre sufría una nueva hemiplejia que hizo temer un fatal desenlace a los médicos que le atendían. Pero después de unos días de verdadera zozobra para sus más allegados, Azaña dio señales de haberse recuperado, aunque alternara momentos de extrema lucidez con fuertes recaídas.
Durante aquellas semanas y por lo menos hasta mediados de octubre, la Embajada española en París y sus agentes relajaron la presión en cuanto a un plan de captura del antiguo presidente de la República, seguramente porque su estado de salud hacía improbable un viaje a Madrid, en caso de éxito de dicho plan. También porque el embajador Lequerica, cuya sobre- actuación, tanto en zona ocupada como en zona “libre”, empezaba a indis- poner a Pétain, informaba a Serrano Suñer de que las autoridades de ocu- pación y las francesas se negaban a extraditar a cualquier republicano español si dichas demandas no se enmarcaban en el convenio de extradición franco-español de 14 de diciembre de 187711.
Lo que no bajó de intensidad fue el intercambio de información entre la prefectura y el asesor policial Urraca, que seguía informado de todo cuanto ocurría en la primera planta del Hôtel du Midi. De hecho, se enteró casi al instante cuando en los primeros días de octubre, llamado por Dolores de Rivas, el general Juan Hernández Saravia acudió desde Marsella para ocu- parse de la seguridad del expresidente.
Por otra parte, nada se le escapaba acerca del deterioro de la salud física y mental de Manuel Azaña. Extremo que hace suponer que alguien del cír- culo próximo al presidente, o alguien del personal del Hôtel du Midi, proporcionaba información a la administración francesa, la cual informaba debidamente a los servicios policiales de la Embajada española. O simple- mente porque algunas de las personas que visitaban a Azaña luego hablaban
Boletín Oficial
de la Provincia de Madrid
Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas «Manuel Azaña Díaz, mayor
de edad, casado, natural de Alcalá de Henares, y vecino que fue de Madrid, fallecido en Montauban (Francia), se ha dictado resolución declarando firme la sentencia en que se le impone la sanción económica de pago de 100 millones de pesetas» Madrid, 8 de julio de 1941 Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid
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9 Rivas, Enrique de, “Azaña à Mon- tauban”, en Amalric, Jean-Pierre y Aubert, Paul (eds.), Azaña et son temps, Madrid, Montauban, 1993, p. 420.
10 Ibídem, y Misión de Luis I. Rodrí- guez..., p. 260.
11 Juliá, Santos, Vida y tiempo de Ma- nuel Azaña, Madrid, Taurus, 2008, p. 465.





















































































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