Page 388 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
P. 388

5 Véase Nadal de Uhler, M.a Ángeles, “El reformista: un radical en Buena- vista”, en Egido y Núñez, op. cit., pp. 67-88.
6 En España el fabianismo fue amplia- mente acogido por la generación de 1914 e incorporado al manifiesto de la Liga de Educación Política, im- pulsada por Ortega y Gasset, y cuyo primer firmante fue el propio Azaña.
7 Domènech, Antoni, El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista, Barcelona, Crítica, 2004. El autor utiliza el con- cepto entrecomillado aquí al repasar destacados acontecimientos de trans- formación política acontecidos en el siglo xx, que incluye la experiencia republicana española.
Para desmentir esa visión torticera y parcial del azañismo basta examinar brevemente las raíces de la ideología de Azaña y de algunos de sus referen- tes doctrinales. Todos ellos ponen de manifiesto cuán lejano queda de los intentos de apropiación indebida por quienes le rendirían un mejor home- naje con el apartamiento prudente y respetuoso de su figura, cuya praxis y pensamiento les queda a distancia insalvable.
El pensamiento de Azaña es tributario del krausopositivismo5. Esta filosofía está en el fondo de las concepciones de la Institución Libre de Enseñanza y de lo que desde ella se llamó institucionismo. El influjo de las enseñanzas de Francisco Giner de los Ríos se halla básicamente en dos aspectos de su pensamiento: la exigencia de ética personal y el afán pedagógico. Así se desprende de este fragmento de su Apelación a la República (1924):
La democracia es una operación activa de engrandecimiento y bienestar moral. Debemos considerar a la nación como un gran depósito de ener- gías latentes, de otras posibles, que solo necesitan una buena explotación, aprovechamiento cabal. Es un deber social que la cultura llegue a todos, que nadie por falta de ocasión, de instrumentos de cultivo, se quede baldío. La democracia que solo instituye los órganos políticos elementales, como son los comicios, el parlamento, el jurado, no es más que aparente democracia. Si a quien se le da voto no se le da escuela, padece una estafa. La democracia es fundamentalmente un avivador de la cultura.
En el plano político, el krausismo abogaba por el reformismo en el que Aza- ña militó hasta 1923; ese reformismo del que Gumersindo de Azcárate decía que consistía en emprender el lento camino de las reformas para evitar el violento de las revoluciones. Ese es el punto de partida ideológico de Azaña, desde el que avanzaría, como buen jacobino, para convocar a todo el pueblo, no solo a la burguesía, a realizar una obra que implicase la transformación radical del Estado y de la sociedad. En esa tarea es imprescindible la conver- sión del Estado en un Estado educador. Así, en otro pasaje de Apelación a la República, sostiene: “Una transformación del Estado y de la sociedad que valga la pena tiene que realizarse siempre desde el poder, ya que el poder del Estado, si se sabe hacer uso de él con inteligencia, puede ser una fuerza crea- dora”. Ese Estado ha de ser a su vez una organización racional con potencial transformador en lo social y en lo económico. Se distancia así nuestro autor del Estado abstencionista liberal clásico, haciéndose receptor no solo de la herencia del jacobinismo, sino del solidarismo republicano francés, y del fa- bianismo6 británico, entonces en boga, que coinciden en buscar la justicia social mediante un proceso de reformas encaminadas al reconocimiento de los derechos sociales y la incorporación de las clases trabajadoras a un orden político y social amparado por ese Estado.
En Azaña está presente, por tanto, el concepto de “neutralidad republicana”7, según el cual el Estado debe intervenir activamente para que la neutralidad
algunos mitos o inexactitudes sobre el pensamiento de azaña 387


























































































   386   387   388   389   390