Page 74 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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10 Azaña, Manuel, Memorias políticas y de guerra, Barcelona, Crítica, t. I, pp. 483-485. Anotación de 31 de mayo de 1932.
11 Carabias, Josefina, op. cit.: “si gran- des fueron las mejoras que introdujo en los salones y demás dependencias de la llamada Docta Casa, lo mejor de todo creo que fue la labor que emprendió en la Biblioteca que era lo más deteriorado”.
12 Azaña, Manuel, Memorias..., op. cit.
Secretario primero: Honorato de Castro Bonell Secretario segundo: José Antonio Balbontín
(sustituido por Antonio Gómez Izquierdo) Secretario tercero: Miguel Moreno Laguía
Como se puede apreciar, se trataba de una Junta de Gobierno políticamente muy homogénea, con seis miembros de Acción Republicana, dos del Partido Republicano Radical Socialista, uno del Partido Socialista, un republicano sin afiliación conocida y un monárquico independiente. En cuanto a las profesiones de los electos, cuatro eran catedráticos de universidad, tres eran abogados, dos altos funcionarios del Estado, un arquitecto y un periodista; la mayoría destinados a ocupar importantes puestos en la venidera República.
La elección había sido muy concurrida, con algunas candidaturas indivi- duales, pero que fueron arrolladas por el impulso y popularidad de la en- cabezada por el futuro ministro de la Guerra. Días antes se publicó un manifiesto de apoyo, con petición explicita del voto, con firmantes como Ramón del Valle-Inclán, Augusto Barcia, Niceto Alcalá-Zamora, Fernando de los Ríos, Ramón Pérez de Ayala, Miguel Maura, Luis Bello, Julio Cam- ba, Américo Castro, Pedro Salinas, Antonio Espina, José Giral, Gregorio Marañón, Benjamín Jarnés, Martín Luis Guzmán, Enrique Martí Jara y Melchor Fernández Almagro.
Sería muy prolijo intentar abarcar en un trabajo de estas características toda la actividad de la Docta Casa durante el mandato de Azaña, y ya hemos reseñado algunas de las más relevantes, aparte del papel fundamental como “sede” del Comité Revolucionario que trajo la República. De otra parte, está la entrada de sus diarios10, a la que ahora haremos referencia, y que consideramos como un cierre de ciclo personal. La nota es muy reveladora de su estado de ánimo al dejar el cargo, como una suerte de ajuste de cuen- tas, además de una aclaración acerca de la presunta influencia del Ateneo en su formación política y cultural. Sobre su gestión al frente de la Docta Casa realiza un sucinto resumen:
En mayo, cuando tomé la presidencia, aquello era una grillera. En oc- tubre todo estaba en paz, y el último asalto que quisieron darme los alborotadores, lo rechacé y se redujeron. Pagué las ochenta mil pesetas de deudas que había dejado la Junta ilegal impuesta por Primo de Ri- vera; hice obras por otras sesenta mil pesetas, dejando la Casa renovada de mobiliario y decorado11, y abrí instalaciones nuevas; creé una Junta o Comisión de Responsabilidades que presidía yo, y en la que estaban desde Ossorio y don Niceto hasta Besteiro, e intenté dar al Ateneo una vida y una orientación más acordes con los tiempos12.
Tras unas reflexiones sobre las dificultades del Ateneo para volver a ser una gran sociedad literaria, por la aparición de otras entidades mejor instaladas,
manuel azaña y el ateneo de madrid, una relación agridulce 73
























































































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