Page 42 - El retrato español en el Museo del Prado
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                El Greco realizó retratos de clérigos, humanistas, letrados y miembros de la pequeña nobleza local, convirtiéndose en el creador del retrato civil toledano fuera del ámbito de la corte madrileña. Siguió en ello el senti- do del retrato veneciano, aunque adaptado a las maneras de la sociedad española, marcada por una contención y una distancia que matizaron los modos del cretense.
El Retrato de caballero joven procede de la quinta del duque del Arco, una finca de recreo situada en las cercanías del Pardo (Madrid) que fue ad- quirida en 1718 por don Alonso Fernández Manrique de Lara y Ribero, duque del Arco entre otros títulos, que estuvo al servicio del rey de España, a quien acabó donando su finca y los bienes que ésta contenía. Este ejemplar se correspondería con uno de los retratos relacionados en la decimotercera pieza de verano de dicha quinta. Aparece asignado al Greco en el inventario hecho a la muerte de Carlos III, entre 1789 y 1794.
Aunque se han hecho varias propuestas de identificación del personaje, ninguna ha resultado convincente. Como otros retratos salidos de la mano del Greco, resulta sobre todo un expresivo prototipo del hidalgo caste- llano de la España del siglo XVI. La cabeza es de una refinada contención expresiva, realizada, como señaló José Álvarez Lopera –uno de los me- jores especialistas en el pintor–, con una indudable riqueza de registros pictóricos que resultan ejemplares del Greco en su periodo final.
La pintura se suele estudiar junto al Retrato de un caballero y el Licenciado Je- rónimo de Cevallos (Museo del Prado, P-813 y P-812); los tres pintados en un momento muy cercano y vestidos con las vistosas gorgueras encañonadas del reinado de Felipe III. Cossío situó el Caballero joven como el iniciador en la «progresión manifiesta» de esa trilogía de «soberbias cabezas, a cual más vigorosa» del Prado. Situó su realización en el decenio final del pintor (1604-14). Mayer atrasó la fecha a los años 1597-1603. Camón lo alabó por su suelta factura y el empleo de «pinceladas decisivas y toques carminosos», característicos de los primeros años del siglo XVII. Soehner
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