Page 60 - El retrato español en el Museo del Prado
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Hijo de Carlos III (1716-1788) y María Amalia de Sajonia (1724-1760), nació en Portici, en el reino de Nápoles, el 11 de mayo de 1752, siendo su padre soberano de aquel país. Fue gran prior del hospital de San Juan de Jerusalén (Malta) en Castilla y León desde el 2 de septiembre de 1765; contrajo matrimonio por poderes en Lisboa con la infanta de Portugal, Mariana Victoria de Braganza, el 12 de abril de 1785; falle- ció prematuramente en El Escorial el 23 de noviembre de 1788. Fue un príncipe humanista y mecenas, con grandes conocimientos de latín –tradujo a Salustio–, música, dibujo y pintura; coleccionó obras artísticas, se interesó por diversas técnicas, e incluso por los globos aerostáticos.
Retratado de más de medio cuerpo, viste casaca gris con abundantes borda- dos en oro; el cuello, la pequeña corbata de encaje y el puño de la camisa, de similar trabajo, son blancos; lleva peluca corta empolvada, mantiene el tricornio debajo del brazo izquierdo y ciñe una espada, cuya empuñadura se advierte bajo aquél. El rostro, presentado de tres cuartos, muestra car- naciones rosadas y grandes ojos azules. Ostenta distintas bandas e insignias alusivas a cuatro órdenes –Toisón de Oro, Saint-Esprit, San Genaro y Malta– evocando las dignidades que poseía. En el lado derecho del lienzo se observa una solemne columna clásica de la que se aprecian parte del fuste, en tonos ocres, basa, moldura y pedestal, ambos blancos. La figu- ra, correctamente iluminada, se destaca con fuerza volumétrica sobre un fondo neutro grisáceo y aparenta sobresalir de un ambiente penumbroso.
Todavía en la exposición de 1929 se creía que era el retrato de Carlos IV joven, cuando era aún príncipe de Asturias. Se identificó después de un atento estudio gracias a la cruz de Malta, puesto que era el único hijo de Carlos III perteneciente a la prestigiosa orden. El dibujo preciso, y hasta predominante, es de admirable firmeza y está puesto al servicio de un claro deseo de perfección que, a su vez, otorga a la figura una serena seguridad, sobria y vital, todo lo cual preludia el triunfo de las tendencias neoclásicas de las cuales Mengs fue representante de primera hora.
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