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Diseño del panóptico de Bentham.
Como ya se ha visto, el objeto de las hu- manidades suele ser externo, autónomo y terminado —un documento histórico, un texto literario, una representación visual—, por lo
que la investigación no suele plantear dilemas éticos sobre la privacidad de los creadores y los receptores. Ahora bien, como consumidores de cultura, nuestros actos son registrados cada vez que buscamos en Internet un libro, una película, una canción, clicamos sobre el producto y lo compramos; lo mismo ocurre cuando visitamos un museo —la cámara de vigilancia está ahí para proteger nuestro patrimonio de delitos y robos, pero también para controlar al visitante—; por último, cuando cogemos en préstamo un libro de una biblioteca pública queda un registro en la base de datos.
El caso de las bibliotecas públicas es espe- cialmente interesante porque son infraestructu- ras de proximidad a las que cualquier persona, con independencia de su clase económica, puede acceder. Los bibliotecarios registran en sus bases de datos cada uno de los préstamos realizados, en qué momento y por quién. Este tipo de datos,
sin embargo, no son accesibles porque las biblio- tecas municipales tienen una larga tradición relacionada con la protección de datos (Starr, 2004). En cambio, sí que es pública una lista de libros más prestados, que funciona como indica- dor del gusto contemporáneo. Para que fueran objeto de investigación estos datos deberían publicarse en un formato abierto como XML o CSV, e incluir una serie de metadatos, como el lugar y el momento en que se produjo el prés- tamo, algo que pondría en peligro la privacidad de los usuarios.
Como consumidores de cultura, nuestros actos son registrados cada vez que buscamos en Internet un libro, una película, una canción y clicamos sobre un producto y lo compramos.
Para los investigadores interesados en los hábi- tos de lectura, sin duda, resultaría una revolución disponer de tantos datos. Por ejemplo, sería posible determinar cómo el cine, la televisión y la publicidad condicionan los gustos y los hábitos lectores de la población. Los fabricantes de libros electrónicos, por ejemplo, ya están utilizando estadísticas de lectura para descubrir qué
libros pueden ser considerados buenos, porque los lectores los han terminado, pero no han
Recepción positiva, ventas bajas © Kobo.
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