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La privacidad, un derecho
y un adversario
Cabe esperar que, tras todo lo mencionado
anteriormente, la mayoría de los integrantes de
la industria del videojuego sean proclives a recla-
mar, en mayor o menor medida y con diversos
intereses y motivaciones, la referida notoriedad
y acreditación por su papel en la creación de un
videojuego. Así es, mayoritariamente, aunque
a lo largo de la docena de años que llevo ad-
ministrando este proyecto también he tenido
unos cuantos casos de gente que deseaba que
su huella en este sector fuese borrada hasta del
último rincón.
Concluyendo, el camino hacia la
catalogación de los videojuegos y sus
creadores para conservar su legado es lento,
tedioso e infinito, pero también interesante,
enriquecedor y agradecido.
Soy firme defensor de la privacidad en internet y
en este sentido, debido al carácter que tiene De-
Vuego como «acumulador» de datos personales,
he creído conveniente tomar todas las medidas
y precauciones oportunas, no solo las que
establecen las leyes al respecto, sino ir incluso
más allá de lo que ley exige y ser especialmente
respetuoso con aquellas personas que nos han
solicitado a lo largo de estos años ser borradas,
en mayor o menor medida, de la base de datos.
Estas solicitudes, si bien no han sido muy
numerosas —en un cálculo aproximado no
representarían ni un 1 % del total de las personas
catalogadas—, por algún motivo siempre han
supuesto un golpe de realidad a la hora de llevar
a cabo esa a priori positiva y necesaria labor de
documentación, pero también un inesperado
adversario con el que lidiar. En este sentido, mi
planteamiento y por tanto el del proyecto ha
sido siempre tratar de no eliminar, sino minimi-
zar la información. Afortunadamente, en todos
los casos hemos podido llegar a acuerdos para no
perder valor documental de la base de datos y a
la vez respetar y cumplir el deseo —y también el
derecho— que tiene cada persona a proteger su
privacidad.
Tal y como mencionaba con anterioridad, a
menudo en la labor de documentación del pro-
yecto no es tan importante el microdato como el
macrodato. Es decir, no resulta tan determinante
saber si Fulano Mengánez ha sido el encargado
del arte de un videojuego, especialmente si esa
persona prefiere no ser acreditada, pero sí lo es
conservar el hecho de su participación en el gran
esquema, por ejemplo para obtener una estadís-
tica del número de personas que han participado
en el desarrollo del videojuego en España en un
año determinado. Por tanto, si es necesario ano-
nimizar —salvo que se convirtiese en algo mayo-
ritario, que no parece llevar esa línea—, no es tan
grave mientras podamos conservar esos rastros
de cara a la documentación estadística, que es
sin duda también muy necesaria y relevante.
El camino
Concluyendo, el camino hacia la catalogación de
los videojuegos y sus creadores para conservar su
legado es lento, tedioso e infinito, pero también
interesante, enriquecedor y agradecido. Tras esta
docena de años transitándolo, creo firmemente
que la labor de conservar, aunque solamente sea
a nivel informativo, el trabajo que tantos miles
de personas, ya sea de manera profesional o
aficionada, han llevado a cabo creando video-
juegos de todo tipo, no solo es fundamental
desde un punto de vista meramente cultural o
investigador. Es un medio para crear conexiones,
amistades y comunidades que siguen haciendo
fuerte a esta industria que no lo es, pero que
sigue luchando para serlo, y al que creo que
humilde pero orgullosamente hemos aportado
desde nuestra plataforma.
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