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BARBIERI. MÚSICA, FUEGO Y DIAMANTES
 Retrato de Jesús de Monasterio, de Alejandro Ferrant, 1905. RCSMM (M) [cat. 146].
No podemos ocuparnos de ese inmenso tesoro, pero en él se recogen centenares de documentos sobre la mú- sica y músicos en las Capillas Reales –desde la Corona de Aragón hasta el reinado de Isabel II–, El Escorial, Simancas, etc. Ocupan los manuscritos 14.060/15, 14.006/1-18, 14.075/12 y 14.073/13. En otro es- pacio singular se recogen los documentos musicales de numerosas catedrales como Toledo, Zaragoza, Valencia, Málaga, Sevilla, Salamanca, Santiago, Tarazona, Cuenca. Un tercer apartado lo conforman las fichas de lo que Bar- bieri denomina Biografías de músicos españoles con 28 carpetas de documentos recogidos en los Mss. 14.021 al 14.047, el 14.069 y el 14.084. Se trata de miles de fichas y documentos originales sobre músicos españoles, festeros, ministriles, didácticos, etc., con las que Barbieri pretendía hacer una Historia de la Música Española, que no llegó a escribir o quizás un Diccionario. Barbieri recabó para ello información a números archiveros, de copistas y bibliotecarios de España y de diversos países europeos. En este apartado hay que situar sus abundan- tes fichas de organología, Mss. 14.068/1, ciencia de la que es en buena parte pionero en España. Una gran parte de todo este legado lo hemos recogido en nuestros dos
volúmenes de escritos de Barbieri, Biografías y documentos sobre música y músicos españoles y Documentos sobre música española y Epistolario.
Dos momentos de especial relieve dentro de este tipo de investigaciones son sus aportaciones al historiador Vander Straeten para escribir su monumental obra so- bre la escuela flamenca, cuyo tomo vii bebe casi exclusivamente de Barbieri, pero sobre todo, lo que se considera su aportación más transcendental, fue la edición del Cancionero Musical de los siglos xv y xvi o Cancionero de Palacio, recuperado y dado a conocer por Barbieri, por lo que también ha sido denominado Cancionero Barbieri. Sin duda el mejor fruto de su actividad restauradora.
Hallado en 1870 por su amigo Gregorio Cruzada Villaamil en la Biblioteca del Real Palacio, Barbieri se da cuenta de inmediato de la transcendencia del hallazgo, y manda hacer una copia a Cobeña a partir de la que hará un impresionante tra- bajo de investigación desde 1874 hasta su edición en 1890 por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, sufragada por el Ministerio de Fomento. El Can- cionero acabó con las teorías de Gevaert y Vander Straeten de que no existía un re- nacimiento hispano, sino que nuestra música no era más que una especie de remedo de la escuela flamenca, y Barbieri escribe un docto ensayo de introducción, «Prole- gómenos», en el que define ya lo que se han considerado las cualidades esenciales de nuestro renacimiento musical, con unas interpretaciones estilísticas aún hoy en plena vigencia, que reflejan el uso metódico de la corriente formalista como vehículo de




























































































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