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en Repetti, 1947: 432), y que en ellas los y las jóvenes del archipiélago mantenían relaciones sexuales «pro- miscuamente sin que haya quien se lo impida9».
Estas relaciones sexuales «promiscuas» y premarita- les horrorizaron a los jesuitas. Sin embargo, los misio- neros no lograron disuadir a la juventud chamorra de que acudiese a estas «casas públicas», por lo que, para acabar con ellas, recurrieron a la milicia: «por orden del capitán se abrasaban las casas dedicadas a la sensuali- dad, y torpeza, en que como en templos de abomina- ción los solteros, y una sola consorte cómplice de sus delitos servían al demonio con innumerables fealdades» (Jaramillo, 1680, citado en Lévesque, 1996: 306).
La guma’ uritao llegó a desempeñar un papel tan primordial en los conflictos entre españoles y chamo- rros que tales enfrentamientos podrían considerarse, en parte, como conflictos «etnosexuales», definidos por la arqueóloga Barbara Voss como «el choque entre creencias y prácticas culturales incompatibles relacio- nadas con la sexualidad» (Voss, 2008: 196). Las comu- nidades chamorras, por su parte, no permanecieron impasibles frente a la destrucción de sus mangguma’ uritao10. Por el contrario, opusieron resistencia de dos maneras: en primer lugar, reconstruyendo las mang- gumma’ uritao a pesar de las prohibiciones y adver- tencias de los gobernadores españoles11. Asimismo, cuando los soldados españoles quemaban una guma’ uritao, en ocasiones los jóvenes chamorros del pue- blo acudían a un asentamiento español e incineraban, como revancha, la iglesia y el colegio de los jesuitas (Bowens, 1676, citado en Lévesque, 1995a: 355), ya que habían comprendido que los colegios eran el nuevo espacio destinado por los misioneros a la socialización (sexual) de la juventud chamorra. Una relación jesuíti- ca de 1682 declara que «ya no hay memoria de aquellas casas públicas antiguas12». En efecto, los conflictos en- tre españoles y chamorros se saldaron con la desapa- rición de las mangguma’ uritao. Sin embargo, como veremos más adelante, las violencias sexuales contra la población chamorra siguieron perpetrándose durante las décadas posteriores, en las nuevas reducciones.
9 Ibidem, 4v.
10 Plural de guma’ uritao, en chamorro.
11 «Relación de las cosas más notables que han sucedido en las islas Ma- rianas desde el mes de junio de 1678 hasta mayo de 1679, y del estado en que queda esta cristiandad» (Real Academia de la Historia, Madrid, Cortes 567, Legajo 9-2677, N. 19, 3r).
12 «Relación del estado y progreso de la misión de las islas Marianas desde el junio pasado de 81 hasta el de 82», 1682 (Archivo General de Indias, Sevilla, Filipinas 3, N. 151).
4. La vida en las reducciones: entre la explotación laboral
y las violencias sexuales
Durante los últimos años del siglo xvii, las poblaciones chamorras de todo el archipiélago fueron forzosamente «reducidas» a unos pocos pueblos construidos en la isla de Guåhan. De esta manera, con el comienzo del nuevo siglo, el archipiélago y sus habitantes nativos se encon- traron bajo el control de los gobernadores y los misio- neros, que se situaban en la cúspide de la jerarquía colo- nial. Esta situación tuvo un importante impacto sobre la alimentación y la sexualidad de los chamorros, especial- mente debido a las altas cotas de poder que adquirieron los gobernadores de las islas Marianas y a la impunidad con la que actuaron en el archipiélago.
Durante las primeras décadas del siglo xviii, los cha- morros fueron la principal fuerza de trabajo del nuevo sistema alimentario que los españoles habían impues-
to. Obligados a practicar la agricultura y la ganadería,
el fruto de su trabajo estaba destinado, en teoría, a alimentar al contingente militar que vivía en las islas.
No obstante, los gobernadores y sus hombres de con-
fianza –los alcaldes– se aprovecharon de sus cargos
para obtener beneficios personales derivados del tra- 101 bajo de los chamorros. Así, además de cultivar la tierra
y criar el ganado, los chamorros eran forzados a reali- zar otras actividades vinculadas a la producción de ali- mentos –como la caza de animales, la pesca, la prepa- ración de sal y arroz, y la producción de aguardiente–, cuyo excedente era monopolizado por el gobernador y por los alcaldes de cada pueblo.
Los extenuantes trabajos a los que eran sometidas las comunidades locales tuvieron importantes consecuen- cias sobre su forma de vida. Una de las más dramáti- cas fue la incapacidad para alimentarse correctamente, pues los gobernadores y alcaldes no les solían propor- cionar comida durante la jornada de trabajo y esta era tan demandante, que los chamorros no tenían tiempo para cultivar sus propias tierras. Esta situación de explo- tación fue denunciada por los misioneros y otros con- temporáneos, que consideraron que la incesante desa- parición de la población chamorra –una tendencia que ya se había detectado a principios del siglo xviii– estaba estrechamente vinculada al sistema de trabajo que se había impuesto. Para hacer frente a estas condiciones abusivas, los chamorros tuvieron que recurrir a la coo- peración. Así, según indican algunos testimonios, en el caso de los matrimonios, eran las mujeres chamorras
Sexo, comida y colonialismo en las islas Marianas
 















































































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