Page 51 - El arte del poder
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 Collar de la orden del Toisón de Oro
Narciso Soria
Madrid, 1854
Oro y plata sobredorada, fundida, cincelada; esmalte azul y blanco Longitud 80 cm aprox.
Patrimonio Nacional. Madrid, Palacio Real, n.o inv. 10016617
bibliografía: Jiménez Benítez 1891, t. II, p. 183; Martín 1998, pp. 188-189; Gold and Civilisation 2001, pp. 122-123
Este collar de la orden del Toisón de Oro pertenece a la Virgen de Atocha, condecoración que le fue concedida durante el reinado de Felipe IV, pero su imposición la llevó a cabo la reina Isabel II, como maestre de la orden, el 20 de agosto de 1854. Es muy probable que lo hiciera como broche final a las diferentes regalías que la reina otor- gó a la imagen con motivo de haber resultado ilesa en el atentado que el cura Merino perpetró, en la galería del palacio de Madrid, el 2 de febrero de 1852, cuando la reina y su cortejo salían hacía el san- tuario de Atocha para dar gracias a la Virgen por el feliz nacimien- to de la infanta Isabel.
Se compone de sesenta y dos eslabones, alternando, como es cos- tumbre desde antaño, los de la doble B de Borgoña, entrelazadas, y los de los pedernales con llamas realizados en esmalte opaco azul con manchas blancas. De su centro cuelga el vellocino de oro, símbolo principal de la orden, que hace alusión a la epopeya de Jasón y los argonautas, según la interpretación tradicional de la orden.
Su realización corresponde al platero-diamantista de cámara, Nar- ciso Soria, que lo ejecutó en 1854, según se desprende de la interpre- tación de las marcas que aparecen en el reverso de los eslabones («N/SORIA, Castillo/54, Escudo con oso y madroño/54»). El hecho de que es un tipo de pieza que responde a una tipología ya preestable- cida, no permite ofrecer ninguna novedad al respecto; es más, es un modelo común, de uso más o menos cotidiano en ceremonias corte- sanas de media gala. Algunos de los más importantes caballeros de la orden llegaron a utilizar otros modelos en los que iban engastadas todo tipo de piedras preciosas, brillantes, zafiros y rubíes, sobre todo en ejemplares del siglo XVIII y finales del XIX.
Los collares suelen estar numerados y, una vez fallecidos los caba- lleros, sus familiares tienen la obligación de devolverlos al maestre de la orden.
La reina Isabel II, en la misma ceremonia, le impuso también a la Virgen el collar y la gran cruz de la orden de Carlos III, que le había sido concedida por su padre Fernando VII. Estas condecoraciones se custodian, junto con las otras joyas de la Virgen, en el Patrimonio Nacional, siendo utilizadas hoy en día para realzar dicha imagen con motivo de celebraciones especiales como bodas y bautizos de perso- nas reales. En 1948 fueron restauradas por la casa Ansorena Joyeros de Madrid. f.a.m.
Collar of the Order of the Golden Fleece
Narciso Soria
Madrid, 1854
Gold and gilt silver, cast, chased; blue and white enamel Length: 80 cm approx.
Patrimonio Nacional. Madrid, Palacio Real, inv. no. 10016617
bibliography: Jiménez Benítez 1891, t. II, p. 183; Martín 1998, pp. 188-189; Gold and Civilisation 2001, pp. 122-123
The present collar of the Order of the Golden Fleece belongs to the image of the Virgin of Atocha. This honor was granted to her during the reign of Philip IV, but the collar itself was invested by Queen Isabella II as Maestre of the order on 20 August 1854. The investiture was probably the last of several privileges Isabella bestowed on the image in gratitude for having emerged unharmed from the attempt made on her life by the priest Merino. The attempted assassination took place in the gallery of the Madrid palace on 2 February 1852, when the queen was coming out of the chapel of Atocha with her retinue to thank the Virgin for the felicitous birth of her daughter, the Infanta Isabella.
The collar consists of sixty-two links, which, in keeping with the longstanding custom, alternate the two interlaced Bs of Burgundy with flaming flint stones, the latter crafted in blue opaque enamel with patches of white. From the centre hangs the Golden Fleece, the main symbol of the Order, in allusion to the epic of Jason and the Argonauts according to the traditional interpretation of the order.
The collar was made by the court silversmith and diamond cutter Narciso Soria, in 1854, as may be inferred from the marks on the reverse of the links (“N/SORIA, Castle/54, shield with a bear and tree /54”). As it is based on a pre-established design, it displays no novel features; indeed, it is an ordinary model intended for more or less everyday use in semi-formal court ceremonies. Some of the most important knights of the order wore other models that were mounted with all kinds of precious stones—diamonds, sapphires, and rubies—particularly from the eighteenth to the late nineteenth century.
The collars are usually numbered, and when a knight dies, his relatives are duty bound to return his collar to the Master of the Order.
At the same ceremony, Queen Isabella II also invested on the Virgin the collar and grand cross of the Order of Charles III, which had been granted by her father Ferdinand VII. These decorations, together with the other jewels belonging to the Virgin, are now in the care of Patrimonio Nacional. They adorn the image at special celebrations such as weddings and christenings of members of royalty. They were restored by the Madrid firm Ansorena Joyeros in 1948. f.a.m.
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