Page 14 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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12 PATXI LANCEROS
Concebido y publicado por primera vez, como se ha dicho, en 1956, el cómic supo adaptarse a las condiciones sociales y políticas de la España de entonces (aun con encon- tronazos reiterados con(tra) la censura de la época, alguno de los cuales se muestra en la exposición), pero también mantener un discurso social y político en el que se transmiten mensajes para nada coincidentes con la ideología dominante y su ejercicio de gobierno.
Pero quizá no sea ese, con ser importante, el valor que da a esta exposición cierta originalidad.
Lo que interesa destacar es que el contenido del cómic –tanto el más dramático como el más lúdico– tiene eficacia por cuanto remueve el catálogo de las literaturas y las mito- logías. Es decir, recrea, a su modo y con su propia lógica, episodios, tramas y personajes que se pueden hallar en Homero, en Sófocles, en Marco Polo y en Cervantes, en Shakes- peare, Verne, Stevenson, Swift, Dumas, Carroll..., o en ciclos como el de Las mil y una noches o la Epopeya de Gilgamesh, en la Biblia, en los Eddas o en las sagas nórdicas. De esa «relectura» se extraen frecuentemente argumentos poderosos y se desarrollan tramas perfectamente trabadas. O se construye un «mundo» que consta, al modo del mundo de Balzac, de escenarios sorprendentes y de encuentros repetidos o relaciones re-iteradas. Lo que trataremos de mostrar son (algunas de) esas «citas» o vinculaciones literarias: no todas, por supuesto. La exposición exhaustiva de las co-incidencias y los contrastes, que sería un notable ejercicio bibliográfico, podría sobrecargar la exposición de referencias más literarias que visuales.
Visuales por antonomasia son, sin embargo, los otros dos terrenos que recorre la expo- sición. El primero de ellos es el tratamiento de las arquitecturas, la gestión pictográfica del espacio construido. Seguramente una generación que ahora pasa de los sesenta descubrió en algún momento de su vida que ciertos argumentos de la gran literatura ya los «había leído» en Trueno. Seguramente constató también que el primer acceso a espacios como la Gran Muralla China, las pirámides de Egipto o las pirámides y mastabas persas o aztecas, la arquitectura inca, pero también la ciudad o la aldea medieval europea, oriental, afri- cana o australiana se habían preparado a través de la lectura del cómic. Evidentemente, los distintos dibujantes que a lo largo de los años se sucedieron o alternaron en la serie prestaron atención diferente (y pericia desigual) a los entornos: pero el propósito que guía la exposición no es forense, sino constructivo; no pretende juzgar o evaluar pericia sino detectar y mostrar interés.
El segundo ámbito en el que se incide es uno tal vez sorprendente, sin duda anacrónico, pero tremendamente eficaz a la hora del componer la historia. Se trata de los inventos y las técnicas: algunos de los cuales exponen su cara destructiva (pólvora, «cañones», ciertos «robots», un submarino indebidamente usado), mientras otros aparecen como verdadera condición de posibilidad de la historia tal y como la conocemos: que Morgano, el mago ilustrado, anticipara «un par» de siglos la invención del globo aerostático (al que hay que considerar un personaje más de la serie, y no de segundo orden) es la condición para que Trueno y sus amigos recorran, literalmente, todo el mundo, con la riqueza de escenarios y argumentos que ello supone. De hecho, la exposición pretende también, en soporte audio- visual, dar cuenta de las amistades, los adversarios y algunas o muchas de las «geografías» de Trueno: que merecerían, sin exceso y con previsible éxito, una exposición diferenciada.





























































































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