Page 35 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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RASTROS, HUELLAS, MARCAS... 33
es decir: el literario, no necesariamente el «literal»). Seguramente no es preciso demorarse en ellas. Su planificación y su acción son consecuencia de ese conjunto de inteligencia, voluntad y destreza que conforman la virtud, la areté, del caballero. Es más: del héroe. En ocasiones (pocas) sufre desmayo, delirio o desvío (incluso hasta insinuar la traición): siempre motivados por el ardid o la «magia» (hipnosis, narcóticos...) del enemigo. Una magia, por cierto, desenmascarada. El caballero cristiano, aun moviéndose en ciertos parámetros de la épica y de las mitologías,
acomete una tarea de des-
mitologización y desencan-
tamiento del mundo (segu-
ramente sin haber leído ni a
Rudolph Bultmann ni a Max
Weber). La cuestión de fondo
no es baladí, pero no se va
a tratar aquí in extenso; no
es el lugar adecuado y ha de
bastar con una sugerencia:
la magia era el suplemento
adecuado, incluso el medio
necesario, para el héroe anti-
guo, para aquel que atraviesa
el piélago de la maldición;
pero no lo es para el héroe
cristiano, que ha de navegar en otro mar (no menos peligroso), el de la culpa. Quizá una de las características que hacen grande al Capitán Trueno es esa oscilación, que se percibe en momentos iluminadores, entre el héroe antiguo (épico, trágico) y el héroe cristiano, entre el universo de la maldición y el territorio de la culpa, o el de la fatalidad (en todos los sentidos de ese pletórico término) y el del cómputo y cálculo de responsabilidad: teniendo en cuenta que este último es (¿todavía?) el territorio del lector10. Quedaría por plantear cuál es el ámbito propio de un héroe (pos)moderno, en el caso de que tal figura fuera posible sin dolo. Pero esa es otra cuestión.
Una particularidad suma Trueno a las características del ideal caballeresco: esa atención a la lectura (compartida por Crispín; pero este, joven y soñador, se vuelca al entreteni- miento) que introduce un matiz (que no un peligro, o un error) de atractivo anacronismo. No solo Platón, que, al parecer, suscitó la vocación y el destino del héroe, no solo el ciclo artúrico: el Capitán exhibe, sin presumir, conocimientos sobresalientes de geografía e historia (ya en un determinado momento no se hace extraño ver que cita, con suma com- petencia, a Herodoto) e instruye al respecto de la sabiduría antigua. Y está formado en la
10 La oscilación, cabe decir, no es ambigüedad ni doblez; tampoco es el resultado de una fractura ideológica. Se trata más bien de tensión literaria o de lógica narrativa. Es el relato el que solicita una u otra dirección, el que tensa un arco, lógico y ético, entre las virtudes del héroe antiguo y las del héroe cristiano. Y esa tensión se soporta frecuentemente con éxito: no sucede así en otros (super)héroes del cómic.
 Original de Jesús Redondo













































































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