Page 69 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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EDIFICIOS PARA LA AVENTURA JUAN CALATRAVA
A José Tito
En los varios centenares de entregas de El Capitán Trueno, en sus diversos momentos y formatos editoriales, los guiones, elaborados sobre todo (aunque no exclusivamente) por Víctor Mora, y las ilustraciones gráficas primero –y fundamentalmente– de Ambrós (Miguel Ambrosio) y más tarde de otros dibujantes como Beaumont (Ángel Julio Gómez), Ángel Pardo, Tomás Marco, Fuentes Man (Francisco Fuentes Manuel), José Grau, Jesús Blasco, Luis Bermejo y otros, desplegarán a lo largo de tres décadas ante el lector una asombrosa geografía en la que se entretejen lugares reales e históricos (los menos) con otros de lejana raigambre mítica o puramente imaginarios.
Los lugares de la aventura serán preferiblemente los territorios periféricos del mundo del siglo XII, evitando las áreas centrales de la Cristiandad medieval. Hay, así, muy pocas referencias a la España de la Reconquista (marcando una clara diferenciación con respec- to a ese referente inmediato que es El guerrero del antifaz) o a la Francia feudal. Muy raras son igualmente las apariciones de Italia, con la muy destacable excepción de una peripecia veneciana (publicada a doble página en los núms. 1.502 a 1.508 de Pulgarci- to). Y en cuanto a la Inglaterra en la que reina –pero a menudo desde la distancia de su prolongada ausencia en Tierra Santa y sus polémicas relaciones con su hermano Juan Sin Tierra– ese verdadero alter ego del Capitán (que comparte con él esa indefinida situación de extrañamiento) que es Ricardo Corazón de León, nuestros héroes se moverán sobre todo por el peligroso territorio de la frontera escocesa, convirtiendo visualmente a los pictos en unos «salvajes» de aspecto nada europeo y perfectamente intercambiables con las tribus africanas, los piratas chinos, los «vikingos prehistóricos» o las hordas mongolas.
Frente a estos vacíos centrales, el área preferida para las peripecias del Capitán podría- mos imaginarla como dos círculos concéntricos. En el primero se encontrarían las fronteras históricas reales de la Cristiandad medieval: en primer lugar, la Palestina de las Cruzadas, donde se sitúa el inicio de las aventuras y donde la fricción entre cristianos y musulmanes no tardará en dejar claro que el Bien y el Mal no se reparten simétricamente; las frecuentes correrías por ciudades musulmanas del norte de África prolongarán esta compleja relación con el islam. Pero también se encuentra en este primer círculo la frontera del norte de Europa, un indefinido territorio nórdico-germánico que linda con el área histórico-cultural en la que mito e historia se confunden y en la que el cristianismo ha de competir con creencias ancestrales, algo que viene simbolizado, por ejemplo, por la coexistencia de dos clases de vikingos, los salvajes (o «prehistóricos», como a veces son adjetivados), siempre en el límite de la barbarie, y los civilizados, personificados por Sigrid y el príncipe Gundar. En cuanto al segundo círculo, el que abarca esas regiones remotas que ya solo se pueden






























































































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