Page 80 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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JUAN CALATRAVA
 Aventuras Bizarras, 10, «El enigma de la Tundra», 1987
El Capitán Trueno, 266, «La profecía del brujo», 1961
orden (núm. 24). A esta familia pertenecen también las numerosas estatuas huecas y habitables que con tanta frecuencia consti- tuyen un eficaz mecanismo de sacerdotes o tiranos para engañar a sus crédulos pueblos (por ejemplo, en La voz de Zankú, núm. 86, o en El asedio, núm. 29).
Pero sin duda el más espectacular tipo edi- licio de esta familia genérica es el constituido por la gran variedad de anfiteatros, palestras o circos que, en los más diversos contextos, sirven como escenario de crueles matanzas o de combates de maligno refinamiento. La evocación del Coliseo romano y de los com-
A este abanico pueden añadirse algunas tipologías arquitectónicas muy especiales que, por más que deriven de claras refe- rencias históricas, aparecen tratadas con un rango intemporal, como si se tratase de genéricas «arquitecturas del mal» intercam- biables en todo tiempo y cultura y al servicio de toda clase de posibles déspotas, desde señores feudales a samuráis o reyezuelos del África Negra. Podríamos mencionar en este grupo la amplia serie de montañas exca- vadas artificialmente hasta transformarlas en siniestros edificios rupestres a menudo dedicados a los sacrificios humanos, en una especie de retorsión perversa de la famosa propuesta realizada por Dinócrates a Ale- jandro Magno de convertir el Monte Athos en una ciudad dedicada a su persona. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la espeluznante montaña tallada de La reina de los vampiros (núm. 215) o con ese verdadero trasunto de Moloch que es el ídolo Tagani en Peligro a la
  El Capitán Trueno, 24, «Peligro a la orden», 1957



























































































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