Page 82 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
P. 82
80
JUAN CALATRAVA
El Capitán Trueno, 17, «Cruel dilema», 1957
posteriores a Ambrós, Victor Mora seguirá sacando frecuente partido de este tema tan fructífero (véase, por ejemplo, el circo japo- nés dibujado por Fuentes Man en El torneo, Extra, núm. 344).
También hay un lugar en las andanzas del Capitán Trueno para lo que podríamos llamar las «arquitecturas primigenias». La simple cabaña, elevada ya en 1755 por el abate Laugier al rango de arquetipo mítico de toda arquitectura, está presente de manera abundante en un amplísimo abanico que va desde las casas vikingas de troncos (Rastro sangriento, núm. 143) a esas verdaderas ma- quetas que son las cabañas de los pigmeos africanos (Kiling el hechicero, núm. 188), pa- sando por las casas arborícolas (De peligro en peligro, núm. 84) o las numerosas chozas cuya austeridad constructiva conviene muy bien a recintos que albergan la digna pobreza de tantos campesinos oprimidos. Y lo mismo puede decirse de la caverna, que en ocasiones es recinto recordatorio de memorables hechos pasados, verdadero santuario, como ocurre con la que alberga la tumba de los padres de Sigrid (El fin de Takunga, núm. 102), otras veces contiene incluso ruinas de construc- ciones humanas, como en El gran Unicornio (núm. 169), pero desempeña siempre el papel de lugar fronterizo en el que el hombre se confronta con lo telúrico y, precisamente por ello, aparece con frecuencia poblada por se- res que se encuentran en el mismo límite de lo humano (gigantes prehistóricos, pigmeos, pueblos olvidados...).
Y en este imaginario arquitectónico tan absolutamente marcado por la fuerza del mito ocupa también un lugar relevante –y a veces muy ligado a la caverna– el tema del cristal, ya sea como vidrio o como hielo. La ambigüedad ancestral de lo cristalino es un tema bien conocido, presente en nu- merosísimas versiones en relatos folclóricos
El Capitán Trueno Extra, 344, «El torneo», 1966
El Capitán Trueno Extra, 344, «El torneo», 1966