Page 84 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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82 JUAN CALATRAVA
o literarios en los que si, por una parte, es símbolo de pureza y transparencia, por otra, se desliza con facilidad hacia los territorios de lo ilusorio o lo engañoso y, por ende, lo deshonesto, siendo uno de los materiales más adecuados para la prisión o la trampa.
Los guiones de Víctor Mora y los dibujos de Ambrós se hacen eco con frecuencia de esta riqueza polisémica del cristal/hielo, especialmente adecuado para su representación en arquitecturas soñadas en el marco de la aventura. El Capitán Trueno resulta en diversas ocasiones aprisionado en un bloque de hielo (El gran unicornio, núm. 169 y La reina de los
El Capitán Trueno, 170, «La reina de los hielos», 1959
El Capitán Trueno, 173, «El tribunal de las sombras», 1960
hielos, núm. 170; La muerte acecha, núm. 23), cárcel más eficaz que el tradicional muro opaco y cerrado y de la que a duras penas puede escapar. Otras veces se da de bruces contra una barrera de cristal tan invisible como infranqueable (El tribunal de las som- bras, núm. 173) y con un grado de dureza que lo hace ya casi más tecnológico que mágico. O bien es presa del ilusionismo de los espejos, cuya falsedad intrínseca se pone facilmente al servicio del mal (La cámara de los mil reflejos, núm. 199).
En su variante helada, las cristalizaciones aumentan su protagonismo en las aventuras posteriores diseñadas por otros dibujantes. Así, en El demonio de los hielos, el núm. 13 de la serie dibujada por Jesús Blasco en 1986, un bloque de hielo vuelve a aprisionar al Capitán, pero destaca sobre todo la pre- sencia de un gigantesco edificio helado que a nuestro héroe le parece, con toda la razón, «una catedral», y en el que es fácil encontrar reminiscencias de un imaginario moderno que incluye a Feininger o las ensoñaciones expresionistas. También en Dragondrag la misteriosa, una de las aventuras dibujadas por Fuentes Man, la peripecia tiene como marco una extraordinaria ciudad subterránea en medio de cavernas de hielo (y habitada,
de modo tan sorprendente como innecesario... por pigmeos). E igualmente, en La máscara del dios olvidado, núm. 4 de la serie dibujada en 1987 por Luis Bermejo, el espacio en el que culmina la aventura es una espectacular cámara subterránea de hielo que alberga nada menos que los restos de cultura salvados de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría y cuya estética resulta ya muy obviamente deudora de la cámara de cristales de Supermán.
En la ya citada ciudad helada de Dragondrag se ponía, además, de manifiesto otra de las facetas de lo constructivo en El Capitán Trueno: la exaltación de la ingeniería y del dominio