Page 86 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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84 JUAN CALATRAVA
a partir de los dibujos traídos por el Capitán y que le incluyen claramente en la nómina de los héroes civilizadores domeñadores de territorios salvajes.
La separación entre diseño y ejecución implícita en los planos de Morgano, capaces de ser interpretados y puestos en realización con total facilidad, supone, por otro lado, en los protagonistas una amplia capacidad de abstracción en la representación, así como una similar aptitud para leer y comprender los dibujos. Y eso es algo que se pone también de manifiesto en la ocasional –y, por supuesto, anacrónica– aparición de cartografías exactas del territorio que sirve de escenario a las aventuras: si el intento de conquista de Thule tiene como punto de partida el estudio de un mapa (La princesa belicosa, núm. 257), en otros contextos la más avanzada ingeniería militar y el saber cartográfico se pondrán al servicio del mal (por ejemplo, bajo la forma de un perfecto «mapa en relieve», en Un plan siniestro, núm. 153).
¿Y qué hay del espacio doméstico, de la casa? Es comprensible que, en el marco de la aventura, antidoméstico y antirrutinario por excelencia, como ya viera con claridad Georg Simmel, su papel sea residual. El ámbito familiar es sobre todo un desiderátum lejano, un horizonte necesariamente presente, pero que una y otra vez queda pospuesto para un futuro indeterminado: el Capitán Trueno alberga en su corazón, como buen cristiano, la llamada del hogar y el matrimonio, pero –por el momento– es más fuerte su anhelo de defensa de todos los oprimidos, continua justificación moral de un estado que tiene mucho que ver con el exilio. Un esquema narrativo bastante repetido determina que los breves momentos de feliz reposo en el castillo de Sigrid (de la tierra natal del Capitán prácticamente nunca se habla) se vean siempre súbitamente interrumpidos por la llegada de la noticia de algu- na lejana injusticia que requiere de la intervención de Trueno, cuya inmediata partida es contemplada con tanta resignación como orgullo por Sigrid desde su atalaya en el torreón.
Y, sin embargo, la idea doméstica no está tan completamente ausente como pudiera parecer: se deja ver de un modo muy particular y en un ámbito espacial también muy espe- cífico, la cocina. Al no haber verdadera familia, no hay casa como tal, ya que los frecuentes banquetes son momentos/lugares de sociabilidad colectiva y nada tienen que ver con el ritual
 El Capitán Trueno, 257, «La princesa belicosa», 1961
de la comida doméstica. Pero sí pueden encontrarse dos ámbitos que hacen ocasio- nalmente de sucédaneo de lo doméstico, y los dos son, muy significativamente, mó- viles, es decir carentes de esa estabilidad física que solo es posible para la familia plena: me refiero al globo y al bar- co. Las largas travesías aéreas en el reducido espacio de la barquilla del primero alber- gan inevitablemente mo- mentos de forzada intimidad de esa peculiar «parafamilia»




























































































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