Page 95 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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ANACRONISMO Y TECNOLOGÍA 93
El primer instrumento de este tipo que mencionaré es el heliógrafo (término formado a partir de la voz griega helios, «sol», y grapho, «dibujo», «escritura» o «imagen»), que se utilizó ya en la Antigüedad. Se trata de un aparato basado en la manipulación de la re- flexión de los rayos de sol que inciden en un espejo que se puede mover: haciendo que apareciesen y desapareciesen las señales y estableciendo un código con estas, se podían transmitir mensajes a distancias de hasta 50 kilómetros (también se podían interponer persianas, de forma que si se abrían permitían que los rayos de sol incidiesen en el espejo produciendo una señal, mientras que si se cerraban ello no era posible). Parece que los heliógrafos fueron empleados por los griegos por primera vez en el 405 a. C., y el sistema continuó siendo utilizado, con mejoras, hasta al menos el siglo XIX.
Uno de estos sistemas, muy sencillo, aparece en el episodio de nuestro Capitán ¡Los prisioneros del mandarín! En él comprobamos cómo se sorprende Crispín cuando ve a un chino enviar mensajes con un espejo. «¿Qué hace aquel hombre?», exclama; ante lo cual su compañero chino, perteneciente entonces a una civilización más adelantada que la europea, responde: «¡Ji, ji, ji! Comunica a nuestro amo, el mandarín Tah-Chun, la inminente visita de la princesa Flor de Nieve y de Uei, el jefe de los nómadas más valientes del desierto».
El heliógrafo era, en realidad, un sistema de telegrafía óptica. Otra variedad de este tipo de telegrafía es el telégrafo hidráulico, cuyo origen se remonta, al menos, al siglo IV a. C. (lo describió entonces Eneas el Táctico). En lugar de basarse en la luz del sol, la telegrafía hidráulica utilizaba la luz producida por un fuego, pero de la manera siguiente: se situaban dos recipientes idénticos llenos de agua en, por ejemplo, dos lugares elevados distantes entre sí. En el centro de cada recipiente se fijaba una varilla que tenía grabados una serie de códigos, los mismos en cada una de las dos. La persona que enviaba el mensaje avisaba al receptor del inicio de la transmisión desplegando una antorcha; en ese momento ambos, emisor y receptor, abrían una válvula situada en el fondo del recipiente, y como estos eran iguales, y contenían la misma cantidad de agua, el nivel de agua bajaba de forma paralela. Obviamente, al bajar ese nivel lo hacía también el lugar donde la superficie del agua tocaba la varilla. Cuando ese lugar correspondía al mensaje que se deseaba enviar, el emisor volvía a exhibir el fuego, y como los niveles de las vasijas de emisor y receptor habían bajado lo mismo, el receptor miraba entonces la varilla y leía el mensaje. Un poco elaborado, y limitado
El Capitán Trueno Extra, 86, «Juego de intrigas», 1961