Page 247 - Glosario imposible
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La palabra “autonomía” es uno de esos vocablos que conviene definir y especificar con mucho cuidado, puesto que sus efectos pueden ser muy diferentes en función de quien la evoque y para qué.
La autonomía no es algo sobre lo que se pueda estar “a favor” o “en contra”, algo de lo que podamos prescindir. La autonomía es, para empezar, una forma de entender todo tipo de procesos biológicos, psíquicos y sociales entre los que —cómo no— se encuentran las prácticas artísticas. Parafraseando a Francisco Varela podríamos decir que la nueva estética, en lugar de tratar principalmente con unidades heterónomas que están relacionadas con su mundo mediante la lógica de la correspondencia, trata de unidades autónomas que funcionan mediante la lógica de la coherencia y del tanteo de la disonancia1.
Pero además de ser una forma de inteligencia de los procesos vivos, la autonomía plantea también un horizonte axiológico sin el cual nuestra discusión quedaría ciega. Esta dimensión axiológica de la autonomía provoca que no sea lo mismo —por empezar con un ejemplo fácil de entender— que un juez reclame su autonomía frente al poder político para hacer su trabajo, a que un policía con inclinaciones a la tortura la solicite al juez que pretende fiscalizar su actividad.
Esto es así porque —implícita en la indagación sobre la autonomía— aparece una petición de principios que sostendrá que la autonomía solo será considerada tal en la medida en que sea contagiosa, es decir, en la medida
en que su aplicación en un ámbito concreto genere más autonomía en otros ámbitos directa o indirectamente conectados a él. Así, el juez que exige su autonomía frente al poder ejecutivo consigue con su demanda ampliar el dominio general de la autonomía: todos podemos autoorganizar nuestras propias vidas con más garantías si hay una separación efectiva de los poderes del Estado. Por el contrario el funcionario que exige autonomía para torturar según su propio criterio, consigue con ello mermar el dominio general
de la misma, puesto que una sociedad en la que la policía puede detener
y torturar autónomamente acaba por ser una sociedad en la que resulta considerablemente más complicado autoorganizar nuestras propias vidas2.
1. Francisco Varela, “Haciendo camino al andar”, en W. I. Thompson, Gaia. Implicaciones de la nueva
biología, Kairós, Barcelona, 1989, p. 49.
2. Este mismo criterio relativo a la capacidad de contagio de la autonomía nos servirá para aclarar posiciones como las del científico que exige autonomía a los sacerdotes para poder llevar adelante su investigación o las de la empresa de manipulación genética que demanda autonomía para imponer y generalizar cultivos modificados genéticamente.
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Autonomía























































































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