Page 152 - Fernando Sinaga. Ideas K
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Cauterizar, quemar para curar
Curar cauterizando la herida es una de las experiencias del fuego y de su capacidad sanadora.Y es, sin duda, esta terapia el procedimiento violento que mejor ha demostrado su eficacia a la hora de cerrar las heridas.
Podar es amputar, ejercer el arte de controlar el crecimiento tomando decisiones que conducen la energía que desarrolla nuestro cuerpo mental. Es una actividad radical que nos ha exigido la violencia interior de una castración y que nos ha llevado a la irritación profunda de un dolor irreparable. Un arrancamiento de cuajo y una extirpación definitiva. Una tortura y un sufri- miento central que nos determina ya definitivamente. Un saber interiormente que algo se ha roto y que no existe ni reparación, ni reconciliación posible y que no tenemos excusa alguna que justifique tal destrucción. Su realidad y evidencia es la amargura de un sinsentido y la tortura de una impotencia.
El dolor finalmente ha venido para liberarnos del formalismo y de la banalidad. La escultura de nuestro tiempo se ha entremezclado con ese dolor como un exorcismo formalizador del sufrimiento y de las frustraciones, y sus manos han modelado los sentimientos
y las pasiones con la rabia y el calor corporal amasado de las vísceras de un asesinato.
Quizá sean éstos los comportamientos rituales de un tránsito hacia la muerte y las metáforas terminales de ciertas pulsiones que surgen desde nuestra infancia.Algo que ha dado una estructura biográfica a nuestro hacer y que, a la vez, ha convertido nuestras obras en jalones de un recorrido, y en marcas del territorio que da finalmente sentido y valor a nuestro destino.
Escrito en Salamanca, 13 de septiembre de 1999.
Publicado por primera vez en Arte y Parte, no 23, octubre–noviembre, 1999.
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