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El pulso
La domesticación es un pulso que muestra la fuerza para doble- gar y mandar. Dominar y encauzar al contrario en la dirección deseada es un ejercicio de poder semejante a doblar una plancha y torcer un hierro. Son ejercicios de fuerza que muestran la resis- tencia y flexibilidad del material.
Alguien nos está echando un pulso y lo hemos descubierto de repente y sin aviso. Inesperadamente, el interlocutor habitual se convierte en oponente y, en la misma mesa, y en el mismo lugar donde vives, su brazo se tensa para doblarte. Creías compartir una cama y en realidad era una pista de tenis, un partido. El socio se hace contrincante pero su voz le delata en un descuido. La mirada y la búsqueda no eran la misma y su elegante traje hoy sólo es un disfraz.
Al final, sólo somos una barca que ha ayudado a pasar a la otra orilla al contrario, en una travesía que nos revela. Remabas a fondo, sin ver que tu esfuerzo movía también su cuerpo.
Escrito en Salamanca, 20 de septiembre de 1999.
Publicado por primera vez en Fernando Sinaga, Consideraciones discontinuas, 1985-1999, Galería Bores & Mallo, Cáceres, 1999.
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