Page 176 - Fernando Sinaga. Ideas K
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Bal + Samo
La tortuosa geografía de la herida es el enigmático emblema de un reanudado escenario mítico y la causa de un aquietamiento interior que ha permitido hallar remedios y cartografiar recorri- dos que buscan cómo transformar la dolencia en curación.
El oscuro período de convalecencia, la indefensión esencial, el abatimiento profundo y el reposo son estados del náufrago en su intento por reconstituir la coraza anímica y encontrar finalmente el consuelo a un hondo desánimo. Corazón velado por el rayo, dolencia incurable que separa del mundo al que la padece, anegado por la ensoñación y el delirio que aleja la lengua ardiente que humedece los párpados.
Insondable dolencia que sólo se adquiere por el desmesurado deseo de ver. Deseo semejante al que condujo a Acteón a la visión fuera de sí y que le trajo simultáneamente el milagro y la maldi- ción. Una epifanía desatada en abrasiva salpicadura que hizo ciervo al cazador, al ser llevado por pasos que seguían un trazado geométrico indescifrable.
Visión estriada del que mira más allá de sí mismo hasta abismarse al perseguir la pulsión de una sangre obstinada que sólo desea convertirse en lo que es. Locura del que no duda en ascender hasta cegarse en lo que hiere, corre veloz y mata. Desmembramiento y aniquilación por adoración hipnótica de una eternidad refle- jada en un círculo ensimismado. La muerte en los ojos es el oscuro reflejo del deseo del otro, llaga y combustión implacable de la que se desprende un humo que aromatiza aquello en lo que finalmente nos convertimos.
Escrito en Salamanca, 31 de diciembre de 2001.
Publicado por primera vez en tarjeta de invitación de la Galería Fernando Latorre, Zaragoza, 2002.
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