Page 254 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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10 Azaña, Manuel, El jardín de los frailes, Madrid, Imprenta Sáez Hermanos, 1927.
11 Azaña, Manuel, “El problema espa- ñol” (1911), en Obras completas, edi- ción de Santos Juliá, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucio- nales, 2007, vol. 2, pp.149-164.
de la Guerra, primero, presidente del Gobierno, después, culminando con su presidencia de la República; la fase final abarca los últimos años de la Guerra Civil y el exilio en Francia, ya en un contexto de nueva guerra eu- ropea y de ocupación nazi. Existe una relación directa entre los aconteci- mientos nacionales y europeos con la evolución de su reflexión sobre Espa- ña, los españoles y el vínculo afectivo entre estas dos realidades: el patriotismo.
Nación no es un concepto usado a menudo por Azaña; él prefería utilizar el concepto de patria. La desinencia es aún más explícita: manifestó una animadversión sostenida hacia los nacionalistas, si bien guardó los mejor adjetivos laudatorios hacia el patriotismo. La aparente paradoja se resuelve conociendo cómo le fue inducido el amor a España en su etapa de forma- ción y su alejamiento antagónico posterior, repudiando esa visión nacional y abrazando un patriotismo inspirado en el modelo francés de la Tercera República.
Tanto en la escuela alcalaína como, sobre todo, en el Colegio María Cristina escurialense, el adolescente Manuel recibió una formación que trataba de forjar el respeto sacrosanto por una imperial España pretérita, providencialista y esencialista, pero principalmente católica, experiencia recogida con amarga ironía en El jardín de los frailes (1927)10. Contra esa visión de la nación española, pero más aún contra aquel sistema cano- vista que la había institucionalizado y aquellos poderes que la inocula- ban, reaccionó el joven Azaña por el doble impacto que produjo en su personalidad la crisis de 1898 y su entrada en el Ateneo de Madrid, donde alcanza a escuchar las lapidarias admoniciones programáticas de Joaquín Costa. España como problema, como dolor, fue a partir de ese momento el origen de su reflexión sobre el hecho nacional; no formula- da como un sistema conceptual de relaciones estáticas, sino como un rosario penitencial de ocasiones perdidas, de problemas irresueltos, de retraso acumulado. Y como todo problema, el nacional obligaba a buscar soluciones; más inspirado en Juan Valera que en Costa, Azaña sintetizó la salida al conjunto de necesidades en la reincorporación de España a la corriente general de la civilización europea: modernización, educación, democracia. Ni laureles imperiales, ni gestas heroicas, ni santidades apos- tólicas; la nación heredada era presentada como la coartada de unas éli- tes tradicionalistas que habían usurpado el poder durante todo el si- glo xix, dilapidando el “impulso patriótico” de la Guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz, y construyendo un Estado sin el respaldo de una ciudadanía ignorada e ignorante de su propia identidad: un “pueblo inerme”. Esta concepción es la que llenó de contenido el primer discurso político de Azaña, pronunciado en la recién inaugurada Casa del Pueblo de Alcalá de Henares el 4 de febrero de 1911 –días antes de la muerte de Joaquín Costa–, y que no por casualidad lleva el título de “El problema español”11.
Manuel Azaña: deconstrucción nacionalista y construcción nacional 253





























































































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